Por Andrés Gomberoff S.* Julio 16, 2010

El pulpo a la gallega perfecto debe ser servido tibio, con generosas cantidades de aceite de oliva extra virgen, granos de sal muy gruesa y una delicada lluvia de páprika. Pero hoy, al verlo en el plato, no puedo dejar de comparar su suerte con aquella del pulpo Paul, el primer molusco psíquico del que se tenga memoria, talento que lo ha transformado en una celebridad internacional.

Sin embargo, para ser justos,  Paul no es el único animal con poderes paranormales por estos días. Quizás por provenir de un sector socioeconómico mas bajo, la cotorra cartomancista Nami -oriunda de Singapur- se ha llevado muchos menos titulares que su colega octópodo. Claro que sus dotes se pusieron en duda luego de predecir la victoria de Holanda en la final de la Copa del Mundo. Pero los esfuerzos en el mundo animal por predecir resultados del fútbol no terminan allí. El hipopótamo Petty -del Zoológico de Chenmitz en Alemania- erró el resultado de Alemania vs Serbia. Le habían exhibido dos pilas de heno, cada una marcada con la bandera correspondiente. En Mar del Plata, el delfín Sayko saltó incorrectamente sobre la bandera argentina, fallando así su predicción sobre el resultado del partido contra Alemania.

Paul parece ser el más talentoso de los oráculos. Pero ¿habrá realmente algo especial en Paul? Claro que no. Sin embargo, éste es un ejemplo notable del efecto que pueden causar fenómenos de baja probabilidad sobre nosotros, los humanos, buscadores incansables de patrones, causas y correlaciones inexistentes.

Asumiendo que cierto animal, totalmente ignorante sobre las artes futbolísticas, tiene el 50% de probabilidad de acertar un resultado, entonces la probabilidad de acertar a ocho -tal como lo hizo Paul- baja a sólo una en 256 (algo menos de un 0,4%).  Eso es muy, pero muy improbable. Pero si consideramos los intentos de predecir de miles de animales en todo el planeta, obtendremos un puñado de afortunados Paul, especie de ganadores de una rifa. Pura suerte.

Y es allí donde va nuestra atención y nuestra prensa. Los animales fracasados -la mayoría- no nos interesan. Es en este punto en donde las cosas se ponen de verdad interesantes. Y preocupantes. Resulta que en áreas aparentemente serias y científicas -más que un resultado del fútbol-, el efecto del pulpo Paul también nos acompaña.

La pregunta es ¿podemos distinguir entre el aparente talento de Paul  y el talento genuino? No siempre es fácil. Especialmente en actividades que trabajan con eventos de baja probabilidad de predicción, como un partido de fútbol entre equipos parejos, la dinámica de la bolsa a largo plazo o el resultado de negocios muy arriesgados. No siempre podemos saber si estamos en presencia de un gran empresario, de un talentoso periodista deportivo o de un brillante inversionista. O si se trata de un simple pulpo Paul.

Por ejemplo, existen muchos empresarios arriesgados. Talentosos o no, unos cuantos aciertos y sus fortunas pueden llevarlos a las primeras páginas de la prensa económica. Normalmente, aquellos menos talentosos tendrán una fama menos duradera, pues tarde o temprano errarán (tal como ocurrirá con Paul). Pero, lamentablemente, muchos de los más talentosos también son invisibles para nosotros, pues o tuvieron la mala fortuna de errar tempranamente o simplemente nacieron en el lugar o en el momento incorrecto. El azar. El efecto Paul en acción.

Por otra parte, también se sabe que en general tenemos la tendencia de mirar -consciente o inconscientemente- los eventos que confirman nuestras ideas, ignorando el resto y favoreciendo así la atención sobre nuestros pulpos favoritos. Este fenómeno se denomina en psicología sesgo de confirmación y es difícil de controlar incluso en las ciencias exactas. Sobre todo en aquellas áreas más ideologizadas, como el calentamiento global, el tabaquismo o la píldora del día después. Así que debemos tener cuidado. Puede que vivamos entre pulpos. O peor aún, que en muchas de nuestras aventuras, nos hayamos transformado en uno.

*Departamento de Física de la UC.

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