Por Juanita León* Junio 4, 2010

Era una ficción mediática, dicen unos. Era una ilusión construida por niños en Facebook, dicen otros. Era un invento de los encuestadores para luego destruirlo en las urnas, aseguran los más paranoicos. ¿Qué era la ola verde y en qué se convirtió?

Lo obvio es que Santos hubiera ganado en primera vuelta, porque el presidente Álvaro Uribe lleva ocho años con una popularidad sobre el 70%, lo cual significa que al menos dos de tres colombianos sienten que hoy sufren menos que hace una década y que no tendrían demasiados incentivos para cambiar. La mayoría de esos colombianos votaron por Santos, que les prometía seguir avanzando por el mismo camino. Además, el presidente intervino abiertamente a su favor.

Pero todo esto ya existía y, aun así, contra todas las lógicas, las encuestas daban un empate técnico entre Santos y Mockus. Sin embargo, en menos de ocho días el candidato de la U le sacó 25 puntos. ¿Qué le pasó a la ola?

La explicación, por lo menos por ahora, es que Santos hizo varias cosas bien y Mockus y su campaña hicieron muchas mal. Santos logró frenar la ola. Decidió reenfocar su campaña y volverla un plebiscito sobre el uribismo, presentándose humildemente como su continuador, imitando incluso su voz.

Mockus, en tanto, caía solito con su comentario de que admiraba a Chávez por haber sido elegido democráticamente. Y luego, con que era ateo, y luego con que no lo era. La campaña de su oponente explotó, con la ayuda de los medios, estos titubeos y rectificaciones, que unidos a lo de su confesión del Parkinson, crearon en muchos mockusianos la idea de que, después de todo, elegir a Mockus era un salto al vacío.

La campaña verde, inexplicablemente, no logró sacar a relucir los logros de Mockus como administrador dos veces de la ciudad más compleja de Colombia. Ni siquiera cuando en el debate de CitiTV y El Tiempo todos los candidatos prometieron hacer bibliotecas, Mockus cobró que él y Fajardo -candidato a ser su vicepresidente- habían hecho la red de bibliotecas más grande del país. En solo un mes, Mockus perdió 20 puntos en intención de voto en Bogotá, después de decir que era ateo y que podría extraditar a Uribe.

Los errores de Mockus le hicieron perder impulso a la ola, pero lo que de verdad la desinfló fueron posturas que son realmente el resultado de convicciones profundas del candidato, pero que sacaron de cuajo a sectores enteros del electorado y crearon la sensación de que la ola no era tan incluyente como parecía. El comentario sobre el salario de un millón o menos de los médicos movilizó a todo el sector de la salud en su contra. Lo mismo su reiteración sobre la necesidad de cobrar más impuestos y hacer una reforma tributaria estructural. Como alguien le dijo a La Silla Vacía, Mockus ha demostrado que "ningún candidato que no cree en Dios, admira al mayor enemigo del país y promete subir los impuestos puede llegar a la presidencia".

Y sin embargo, las mismas razones por las que a algunos no les gusta Mockus son las mismas por las que muchos otros lo siguen. Mockus a veces actúa más como un visionario o un profeta que como un político, y allí radica su mayor debilidad y su mayor fortaleza. La fuerza de sus ideas y la transparencia de su comportamiento lo llevaron a donde está, pero la falta de experticia política le arrebató, quizás de manera irremediable, la presidencia.

*Periodista colombiana. Directora del portal político La Silla Vacía

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