Por Axel Christensen | Director ejecutivo BlackRock Mayo 28, 2010

La mejor campaña publicitaria para el libro más reciente del ultrapesimista Nouriel Roubini ha sido el desplome de los mercados financieros causado por la debacle de los países del sur de Europa. El texto, titulado Crisis Económica: Un Curso Rápido sobre el Futuro Financiero (Crisis Economics: A Crash Course in the Future of Finance), fue escrito en conjunto con el historiador económico Stephen Mihm, y salió a librerías el 20 de mayo. En menos de una semana se ha convertido en un éxito de ventas, por el interés que hay de saber qué tiene que decirnos el economista que se ha erguido como el profeta del Armagedón financiero. Aunque no siempre fue así.

A pesar de contar con una vasta experiencia cubriendo los mercados emergentes, hasta el 2007 Roubini era considerado un extremista por sus visiones que anticipaban una hecatombe financiera tras el colapso hipotecario y su contagio al sistema bancario. En el concurrido Foro Económico de Davos de ese año pasó desapercibido entre los financistas que acaparaban las luces en esa suerte de Enade mundial. Sólo que todo cambió después de eso. El economista que no destacaba demasiado se convirtió, de la noche a la mañana, en una celebridad mundial. Una condición que mantiene hasta hoy: estuvo en Cannes promoviendo Wall Street 2 de Oliver Stone, donde tiene un cameo.

Criticado por muchos analistas que dicen que sólo tuvo suerte con sus predicciones sobre la crisis financiera del 2007-2009, en su reciente libro Roubini y Mihm demuestran que su anticipación fue más que puro azar. Si bien aún no he podido terminar el libro, lo que alcancé a leer enfatiza su advertencia de que  la crisis no se acabó en marzo del 2009. Todo lo contrario: se trasladó desde el sector financiero, en manos privadas, al sector público. Los países desarrollados debieran aumentar sus niveles de deuda para financiar el rescate del sector financiero. La crisis actual no es más que los mercados cobrándoles la cuenta, con mayor virulencia en Europa.

También anticipa que la salida de esta nueva etapa de la crisis no será fácil. Algunos de los países tendrán que reestructurar sus deudas o, de manera más directa, caer en default. Otros podrán utilizar la máquina para imprimir billetes y descansar en que la inflación les permita salir de las deudas. En cualquiera de los dos casos, no es un escenario demasiado optimista. Sin embargo, el tono del libro no es exclusivamente apocalíptico. El mismo Roubini reconoce que estamos en un proceso de recuperación económica. Muy anémico -pero recuperación al fin-, donde las economías emergentes y, en menor medida Estados Unidos, están empujando el carro.

Pero quizás lo más rescatable de este verdadero manual de crisis financiera, es la convicción de Roubini de que estas crisis son evitables. Aunque ello requiera de una enorme voluntad política para llevar adelante una significativa reforma al sistema financiero. Desgraciadamente, aquí el tono del economista -celebridad es uno de pesimismo. Pero claro, ¿qué es un pesimista sino un optimista con sentido de la realidad? Veremos ahora si Roubini es escuchado o si tendremos que conformarnos con seguir viéndolo en películas.

*Director ejectivo para Sudamérica de BlackRock

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