Por Mathias Klotz * Abril 3, 2010

Para un arquitecto ganar el premio Priztker significa lo que para un literato es obtener el Nobel, o para un ciclista adjudicarse el Tour de France.

Se trata de un reconocimiento que se entrega por una trayectoria destacada, no por una obra en particular. El premio lo concede la Fundación Hyatt y fue creado en 1979 por los Pritzker, una familia de Chicago propietaria de la cadena de hoteles. Y un detalle no menor: además del honor y el medallón de bronce, el Pritzker se trata de un verdadero premio, ya que el ganador recibe un cheque por cien mil dólares.

Está claro que elegir al premiado no es tarea fácil, y esta labor recae en un comité que recorre el mundo estudiando eventuales nominables. El jurado no sólo revisa la información editorial, sino que se da el tiempo y el  trabajo de desplazarse al lugar recomendado para vivir en carne propia la experiencia de la arquitectura.

En un mundo en que lo virtual amenaza con desplazar a lo real, ese dato no es menor. Sobre todo en una disciplina como la arquitectura, donde la representación de la realidad es a veces tan potente que deslumbra no sólo a clientes ingenuos, sino que se transforma en una suerte de droga terminal para muchos alumnos y profesores.

Estas sanas pácticas del Pritzker han hecho que el  premio haya ido madurando. Y permite que arquitectos con muy poca obra, pero de gran calidad, hayan sido reconocidos, como es el caso de Sverre Fehn (1997) Glenn Murcutt (2002) o Peter Zumthor (2009), por citar algunos.

Este año, el reconocimiento fue para los arquitectos japoneses Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa. Ambos afrontan proyectos juntos desde 1995, como el edificio del New Museum of Contemporary Art de Nueva York, los locales de Dior y Louis Vuitton en Tokio o la sede del Louvre en Lens (Francia).

Es la segunda vez que una mujer gana el premio en 31 años, dato no menor ya que, desde un tiempo a esta parte, mas del 60% de los estudiantes de Arquitectura en el mundo pertenece a este género.

Kazuyo, a quien tengo la suerte de conocer personalmente debido a un trabajo que compartimos en China, es una lindísima mujer, vestida rigurosamente de negro y siempre, o casi siempre, con un cigarro en la boca. Su arquitectura destaca por la elegancia y liviandad, aplicada en algunos casos a complejos programas de vivienda colectiva. Su geometría mezcla generalmente prismas puros con curvas suaves, logrando una atmósfera muy femenina a la vez que oriental.

Pero tal como lo practica el jurado del premio, recomiendo a quien esté interesado en ésta u otra arquitectura visitar las obras, ya que la experiencia del espacio no es endosable a ningún otro soporte.

* Decano de la Facultad de Arquitectura de la UDP.

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