Por Felipe Bianchi Abril 3, 2010

En ocasiones, el color -o la falta de éste- engaña la percepción. Para alguna gente de mi edad, por ejemplo, es complicado asociar al Bayern Münich al uniforme rojo furioso que luce semana a semana en la Bundesliga. Y por una razón muy simple: quienes crecimos viendo al equipo de Beckenbauer, Breitner, Maier o Müller en la televisión en blanco y negro, tuvimos que inventarle un color personal al equipo. A la altura de la imaginación de cada cual. De hecho, tengo un amigo que una vez perdió una apuesta por sostener que el equipo bávaro tenía la camiseta tan blanca como la selección alemana. Y otro que hasta el día de hoy insiste en que es azul. El caso es que las percepciones de Pedro, Juan y Diego dan lo mismo ante el peso de los hechos: la camiseta del Bayern es roja, obviamente. Tan roja como la de Unión o la de Ñublense.

A propósito de esos dos equipos y del peso de la ley por sobre las opiniones al viento, a algún carcamal le podrá parecer divertido decirle "negro de mierda" a un jugador ecuatoriano. O algún cómico de segunda se seguirá ganando la vida con chistes fomes sobre gente de piel oscura y proporciones sorprendentes. Pero la norma es clara en el mundo y en Chile: los actos racistas están penados por la ley. Doblemente penados en espacios públicos. Y por partida triple en una cancha de fútbol. ¿Que exagero?, ¿que no entiendo el humor del chileno?, ¿que no hay que ser tan graves? Pamplinas.

Les explico a los que encuentran desproporcionado castigar al argentino Manrique por decirle "mono feo" a Giovanny Espinoza en el partido del otro día entre chillanejos e hispanos. El Código Disciplinario de la FIFA, en su capítulo 2 (Disposiciones Especiales), artículo 58, señala expresamente que "el que mediante actos o palabras humille, discrimine o ultraje en una cancha a una persona o grupo de personas en razón de su raza, color, idioma, credo u origen, será castigado por un mínimo de cinco partidos". Clarito. Pero sigue: "Además se le prohibirá el acceso al estadio durante ese tiempo y se le impondrá una multa en dinero". Incluso el reglamento establece que si es más de una persona del mismo club la que cae en actos racistas, se le pueden quitar puntos al equipo infractor y hasta ¡decretar su descenso! en caso de repetirse el numerito. Eso para jugadores o técnicos, porque si el acto racista es cometido por un espectador, pueden "ganarse" una prohibición para entrar en cualquier estadio por el plazo de… 2 años. Duro. ¿Y la barra entera cantando, como cuando la Garra Blanca se burlaba del colombiano Asprilla en su paso por la "U"? Hoy puede implicar pérdida de puntos para el club, obligación de jugar a puertas cerradas y hasta expulsión del torneo.

Han cambiado los tiempos. Y no estaría de más que quienes se dicen profesionales -dirigentes, entrenadores, jugadores y hasta periodistas- se aprendieran el reglamento vigente. Para que después nadie se sorprenda, ni alegue inocencia, ni quede como un pelmazo prehistórico.

* Editor de contenidos de CDF.

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