Por Paulo Ramírez Abril 23, 2010

Un video en YouTube muestra a Nick Clegg, líder del partido Liberal Demócrata, dirigiéndose a sus colegas para iniciar sus pocos minutos de PMQs (Prime Minister's Questions Time, el momento en que el primer ministro responde a las preguntas de los Comunes). Clegg sólo alcanza a decir: "Mister Speaker, hace unos días una madre soltera con hijos pequeños vino a verme a Sheffield…". La sala estalla en carcajadas, mientras el "Speaker", Michael Martin, intenta acallarla con un flemático "order, order…". La risotada se explica por una entrevista que Clegg había dado días antes a la revista GQ, donde reconoció haberse acostado "con no más de 30 mujeres" antes de conocer a su esposa.

Hasta la semana pasada, Nick Clegg era poco más que un personaje gracioso en la política británica. Todo cambió el jueves 15 de abril, durante el primer debate televisivo de la historia del Reino Unido. El programa, de 90 minutos, fue transmitido desde Manchester por ITV, y respondía a una larga negociación entre laboristas, conservadores y liberal-demócratas, que se tradujo en una lista de 80 reglas que Gordon Brown, David Cameron y Clegg debían respetar. Los fuegos los abrió el propio Clegg, favorecido con el sorteo: "Creo que la manera en que las cosas son, no es necesariamente como las cosas deben ser. Esta noche se les dirá que la única opción para ustedes es decidir entre estos dos viejos partidos que han gobernado por años. Estoy aquí para persuadirlos de que hay una alternativa".

Lo sorpresivo es que Clegg efectivamente persuadió a los británicos. Lo suficiente como para que a los cuatro días ya hubiera encuestas (ICM, para The Guardian) que lo mostraban en un segundo lugar, a sólo 3 puntos de Cameron, o incluso en un poco probable primer lugar (YouGov, para The Sun), con un 33% de las preferencias.

Nicholas William Peter Clegg nació el 7 de enero de 1967, en Chalfont St Giles, Buckinghamshire, en las afueras de Londres. Su padre es mitad inglés, mitad ruso. Su madre es holandesa. Es casado con la española Miriam González, con la que tiene tres hijos -Antonio, Alberto y Miguel- que son educados como católicos. Habla español, holandés, francés y alemán. Estudió Antropología Social en Cambridge, hizo una pasantía como periodista en Nueva York, guiado por Christopher Hitchens, realizó estudios en Minnesota y en Brujas y llegó a la política después de trabajar 5 años en la Comisión Europea. Desde el 2005 es miembro del Parlamento, representando la región de Sheffield Hallam. En 2007 se convirtió en el líder de su partido, trayendo aire fresco y estabilidad luego de tres presidencias acontecidas (los líos de faldas de Paddy Ashdown, los problemas alcohólicos de Charles Kennedy y el sopor de Sir Menzies Campbell).

Aparte de su curriculum amatorio, Clegg carga con poco que enrostrarle: tal vez apenas una transgresión escolar cometida en Alemania, cuando quemó la colección de cactus de uno de sus profesores, y un comprensible abrazo con el marxismo en su temprana juventud (al lado del liberalismo de John Locke). Su manifiesto programático sigue la línea de sus críticas a laboristas y conservadores: ser duro con los bancos responsables de la crisis; permitir la inmigración de trabajadores calificados; limpiar la política de los aprovechadores; reformar el sistema tributario; invertir más en educación pública, y avanzar a una economía verde.

Lo que mostró Clegg en el debate fue la suficiente frescura, juventud, energía y convicción como para que los británicos vislumbraran una ruta alternativa Y, de paso, generó incertidumbre para las elecciones del 6 de mayo. Hasta hace 10 días, el resultado más probable era un triunfo conservador. Hoy, todos hablan de un "hung parliament", una situación que Gran Bretaña no vive desde 1974: que ningún partido obtiene la mayoría absoluta que le permita ser llamado por la reina Isabel para formar gobierno.

La pregunta es si durará la Cleggmanía. Algunos lo comparan con Obama (aunque las similitudes son escasísimas: sólo la esperanza de algo distinto, por fin) y ya lo muestran retratado como Winston Churchill y el Che Guevara. ¿Permanecerá inflada la burbuja? Sus enemigos no quieren. Lo dijo Norman Tebbit, dirigente conservador: "Hay que reventar la burbuja antes del 6 de mayo; el día 7 será demasiado tarde".

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