Por Victoria Hurtado* Abril 23, 2010

Aprender ciencia en edad preescolar, como un proceso natural que permita formular preguntas, hacer observaciones y experimentos, sacar conclusiones y compartir los descubrimientos está siendo una de las principales preocupaciones de los países desarrollados. Según la revista Scientific American, "los estudios están demostrando que los niños a temprana edad ya se están formando impresiones negativas que les pueden producir una nube sobre toda su carrera educativa… dicen que es 'difícil', que 'no es interesante' o el lapidario 'no soy bueno para ciencias'".  Por esta razón, los nuevos programas de ciencia se están focalizando en kínder, antes de que comiencen los prejuicios.

Los niños son unas esponjas capaces de absorber todo nuevo conocimiento y su mayor activo es la inmensa curiosidad que los transforma en científicos por naturaleza. No podemos farrearnos esta oportunidad. No puede ser que los jóvenes chilenos se definan en educación media como "humanistas", muchas veces por descarte más que por un genuino interés por las letras, y esto producto de una casi inexistente, tardía y en ocasiones traumática aproximación científica en su vida escolar. Por lo demás, la futura vida laboral del joven humanista tiene altas probabilidades de tropezarse más de una vez con la ciencia (un abogado calificado tendrá que leer una ecuación de riesgo financiero, encargar un estudio econométrico o entender un peritaje para una patente específica). Necesitamos romper esta barrera mental, educar a temprana edad con profesores capacitados en esta área y presentar la ciencia como una entretenida aventura infantil, más cerca del arte que de otra cosa. Esta aproximación es clave no sólo para el desarrollo de nuestros niños, sino también del país.

Hace algún tiempo, la prestigiosa revista Science publicó una lista con los libros nominados al premio de excelencia que da el SB&F (Science Books and Films). Ahí se incluían libros estadounidenses y un par de textos japoneses. Muchos dedicados a niños en distintas etapas de la educación básica. Todos los libros son fantásticos, de gran calidad y muy didácticos. Uno de ellos ("Lucy Long Ago") narra la experiencia en torno al encuentro de los restos de Lucy, un homínido hembra descubierto en 1974, con el detalle de las preguntas que se formularon los antropólogos al encontrar los restos y del bosquejo que éste y otros hallazgos hacen respecto a nuestra evolución. Los otros libros hacen lo propio en temas como las misiones a la Luna, lo que se ha encontrado en Marte, el mundo de los microbios, el proceso de la fotosíntesis… un mundo de ciencia escrito para atraer a los niños. Este espíritu tiene que llegar a nuestros programas educacionales.

Si queremos tener un país desarrollado, entendiendo esto como un país que nos permita a todos vivir con la mayor libertad, (siguiendo la definición de Amartya Sen), es esencial contribuir a la formación integral de los chilenos. La ciencia no puede quedarse atrás. Mientras antes se la presentemos a nuestros niños, tanto mejor.

* Directora Foro Innovación. Académica Escuela de Gobierno UAI.

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