Por Alberto Etchegaray* Abril 16, 2010

La anécdota es antigua, pero es más atingente que nunca. Hace algunos meses, la reina Isabel presidía la inauguración del nuevo edificio de la London School of Economics. Sorpresivamente rompió el protocolo y todo vestigio de  flema británica para inquirir acerca de la crisis financiera al connotado grupo de economistas que la acompañaban en la ceremonia, comentando: "Esta crisis es horrible. ¿Cómo es posible que ninguno de ustedes advirtiese lo que venía?". Un decidor silencio fue la respuesta de la audiencia.

Convengamos que la respuesta a esa pregunta no es sencilla. Haga el ejercicio de preguntarles a 10 economistas acerca de las causas de la crisis y obtendrá 10 respuestas diferentes. Pero que sea difícil de contestar no debiera ser excusa para no intentarlo. Y es que fue tal el daño causado por la crisis, tal la pérdida de valor de las economías y la cantidad de trabajos perdidos, que se requiere de una alta cuota de responsabilidad de las autoridades gubernamentales, regulatorias y de los agentes del mercado en dilucidar cómo evitar que vuelva a ocurrir.

El presidente Obama se tomó bien en serio el desafío y constituyó a mediados del año pasado la Comisión Algecides, una instancia investigadora integrada por congresistas, agentes de mercado, ex reguladores y académicos. Su amplio mandato incluye no sólo investigar la responsabilidad en la crisis de reguladores, bancos y otros agentes de mercado, sino también las propuestas de regulación y requerimientos de gobierno corporativo para acotar los riesgos financieros.

Por estos días la comisión ha hecho noticia porque estuvo citado a declarar Alan Greenspan, el otrora líder de la Reserva Federal. Sus comentarios serán de gran importancia para el informe final de la comisión. Señaló que las políticas desreguladoras impulsadas por la Reserva Federal bajo su mandato habían sido "70% acertadas", pero dejó sin respuesta la pregunta de si acaso un 30% de margen de error es aceptable para un regulador. Reconoció, además, que hubo una conjunción mortal: subestimar la extensión del riesgo financiero mundial, así como sobrestimar la capacidad del mercado para autocontrolar ese riesgo. Esta declaración no es menor porque termina por confirmar que, más allá de cualquier consideración ideológica, es imposible no reconocer la importancia de una eficiente regulación financiera para evitar nuevas crisis.

No sé si los muchachos de la LSE podrían ahora contestarle la pregunta a la reina Isabel. Lo que sí está claro es que los reconocimientos de Greenspan los ayudarán a ellos y a todos nosotros a estar más preparados.

* Abogado. Ex superintendente de Valores y Seguros.

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