Por Abril 9, 2010

Rubia, bonita y estilosa, la hija de Amancio Ortega Gaona, el noveno hombre más rico del mundo según Forbes, era número fijo en la prensa del corazón española hasta hace algunos años. Como si la fortuna de papá -US$ 25 mil millones- fuera poco en su glamorosa carta de presentación, Marta Ortega, una eximia equitadora, se codeaba en las pistas con la infanta Elena, con Athina Onassis, la princesa Haya de Jordania y lo más granado de la aristocracia y riqueza planetaria. Nada más distinto a su padre, un self made man químicamente puro, que partió cosiendo batas, en 1975 abrió el primer local Zara en La Coruña y hoy tiene 4.400 tiendas de ropa y accesorios en 73 países. La primera foto de este revolucionario del prêt-à-porter fue publicada recién en 1998 -hasta entonces muy pocos le conocían la cara- y de ahí en adelante se ha dejado ver en muy contadas ocasiones.

Acaso por esa misma vocación de privacidad, por ego, o porque vio talento en la muchacha, apenas terminó el colegio en Suiza (donde aprendió francés, inglés e italiano), alejó a Marta de los caballos y de los paparazzi y la envió a estudiar Administración de Empresas en la European Business School de Londres. Ésa fue sólo la primera etapa de un trayecto diseñado milimétricamente y para el cual don Amancio buscó la asesoría de una prestigiosa consultora. ¿El objetivo? Preparar la sucesión, lo que requería que Marta conociera hasta el último entresijo de la empresa. Para un hombre que cimentó su fortuna en su prodigiosa intuición para adivinar las tendencias del mercado -más una aceitada maquinaria para diseñar, fabricar y distribuir en tiempo récord-, lo primero fue que su hija trabajara en una tienda Zara. De incógnita, por cierto. Que colgara, doblara, repusiera y atendiera público. Luego transitó por las áreas de diseño, finanzas, administración y análisis de ventas, de modo de seguir aguzando su olfato para pispar qué es lo que la gente quiere y comprender así cómo Inditex se convirtió en líder mundial en ventas de moda tras superar a Gap. Se sumergió en otro de los pilares del éxito, la estrategia de integración vertical, y entendió en detalle cada una de las marcas del imperio: Zara, Massimo Dutti, Pull & Bear, Bershka, Stradivarius, Oysho y Zara Home. En París estudió mercado de capitales y radicada en Shanghái aprendió las claves de la expansión global de Zara, que le permiten poner en el mercado 25 mil modelos distintos cada año.

El departamento de responsabilidad social empresarial y el de recursos humanos -que se hace cargo de los 90 mil empleados de 140 nacionalidades distintas de la compañía- vinieron más tarde. Para entonces, Marta cumplía 23 años y su padre la nombraba vicepresidenta de Gartler y Partler, las dos sociedades patrimoniales que manejan el meganegocio.

Según los analistas, su gestión no será propiamente "ejecutiva". Si la comparamos con otras dos españolas ricas-e-inteligentes-hijas-de-papá, podríamos decir que su estilo de gestión no será el de Ana Patricia Botín en el Grupo Santander (su primer entrenamiento consistió en trabajar siete años para JP Morgan, la competencia). La idea, se supone, es que Marta mantendría la mayoría accionaria pero delegaría en ejecutivos de ultraconfianza la gestión cotidiana, un estilo mucho más parecido al de Esther Koplowitz, que ejerce como vicepresidenta y miembro de los consejos de administración de FCC, la principal constructora de España, y de Cementos Portland Valderrivas.

Marta Ortega nunca más concedió una entrevista ni se la vio en algún evento frívolo ni se supo con quién salía o qué discotheque frecuentaba.  Como señaló el diario El País, "de golpe, saltó del papel couché al papel salmón". Quiso dejar de ser una niña bien para convertirse en una heredera, y lo está logrando. Para quienes la miraron en menos, ya ha demostrado que puede caminar y mascar chicle al mismo tiempo. Y tiene recién 27 años.

* Directora Escuela de Periodismo U. Finis Terrae.

Relacionados