Por Gonzalo Maier Marzo 27, 2010

Ok. Punto para los vegetarianos. El escritor estadounidenses Jonathan Safran Foer, lejos de sus anteriores y exitosas novelas como Todo está iluminado o Tan fuerte, tan cerca, ahora vuelve a las librerías anglosajonas sencillamente para explicar por qué no come carne. Con Eating Animals, Safran Foer se mete literalmente en las patas de los caballos -o mejor dicho de las vacas- para defender seguramente una de las causas más manoseadas y primermundistas del último tiempo: el vegetarianismo a ultranza.

Pero el discurso de Safran Foer -quien no sólo no come carne de vacuno, sino tampoco aves o incluso pescados y, como ya podrán sospechar, ni huevos ni mantequilla ni nada que venga de un criadero- no tiene que ver con el típico alegato sensiblón del amor irrestricto por los animales. De hecho, no le parece mal que maten, por ejemplo, a un chancho mientras lo hayan hecho de un modo relativamente civilizado y el animal haya vivido una vida normal. Es decir, una vida de chancho.

El argumento de Safran Foer, sostenido a punta de artículos universitarios y estadísticas, es que las actuales granjas industriales -factory farms-, en donde crecen los pollos, los terneros o los pavos, no respetan los principios básicos en los que siempre se sentó la ganadería. Un pollo es un pollo y debe vivir como tal. Así de sencillo. Hoy, en cambio, un pollo puede vivir prácticamente toda su vida en un rectángulo del mismo porte de la revista que ahora mismo tienen entre sus manos. O a la vieja gallina ponedora hoy la engañan prendiendo y apagando la luz para así acelerar su metabolismo. Y ahí, en ese cambio en el modo en el que hoy se entiende la ganadería, está la pelea de Safran Foer.

Si bien el escritor -y marido de la también vegetariana y exitosa novelista Nicole Krauss- llama abiertamente a borrar las recetas del filete bourguignon, de los completos, del sushi y del ave pimentón, sabe que lo suyo es letra muerta. O, en el mejor de los casos, una pataleta privada que sólo un par escuchará. Es que inevitablemente, dicen, sentarse a comer es parte de la cultura y de la identidad de un pueblo. Por lo mismo, abandonar la carne no implica sólo cambiar un par de hábitos alimenticios, sino cambiar las tradiciones. A fin de cuentas, las empanadas son empanadas porque llevan carne y huevo.

Safran Foer, que comprende perfectamente cómo el aumento en la demanda por carne a un bajo costo trajo como consecuencia granjas hiperrentables -e hipercrueles-, sencillamente prefiere salirse del mercado. Sabe que siempre está la opción de acercarse a las granjas y los mataderos "a la antigua", pero esa alternativa hoy es marginal y para él es más sencillo lo otro: el vegetarianismo. En cualquier caso -y ya lo dijo J. M. Coetzee-, Eating Animals funciona perfectamente como terapia de shock para cualquiera que haya tenido un gato, un perro o un canario. Al menos a mí, un humilde devoto del McDonald's, me aseguró una semana alejado de la carne.

* Periodista

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