Por Sergio Fortuño Febrero 27, 2010

En 2008, L'Osservatore Romano, medio escrito del Vaticano, "perdonó" a John Lennon por haber declarado en 1966 que los Beatles eran "más grandes que Jesús" ("bigger than Jesus"). A mediados de febrero de este año, el mismo periódico escribió otro capítulo en la reconciliación de la Santa Sede con el rock al publicar una lista con los 10 mejores discos de la historia del rock y del pop. En el número uno, "Revolver", lanzado por los Beatles en 1966.

Los periodistas Giuseppe Fiorentino y Gaetano Vallini, que antes habían publicado favorables reseñas sobre libros fotográficos de los Beatles y de los Rolling Stones, emprendieron lo que llamaron una nómina "semiseria de resistencia musical" en la época de la fiebre festivalera italiana, con el certamen de San Remo como evento insignia. La lista de ambos periodistas incluye también álbumes como "The Dark Side of the Moon", de Pink Floyd; "Rumours", de Fleetwood Mac; "Graceland", de Paul Simon; "Definitely Maybe", de Oasis; y "Supernatural", de Santana.

El rock y la religión han estado ligados desde la época en que los bluseros cantaban sobre pactos con el diablo. Incluso canciones que recogían literalmente pasajes de las Escrituras fueron repudiadas. "Estuve ahí cuando Jesucristo tuvo sus momentos de duda y fe", cantaba Mick Jagger en "Sympathy for the Devil", una de las más grandes canciones de los Rolling Stones, aparecida en 1968 y narrada desde la perspectiva del mismo "cola de flecha".

Por supuesto, haber incluido un disco de los Stones en el top 10 de L'Osservatore habría sido demasiado. De todas maneras, sorprende lo que, desde una perspectiva católica, es el paganismo o la heterodoxia de varios de los discos elegidos, partiendo por el mismo "Revolver". Fue en ese álbum que George Harrison plasmó su fascinación con el misticismo de la India en el tema "Love You To". Y la canción que cierra el álbum, "Tomorrow Never Knows", fue escrita por John Lennon tras su lectura de "El Libro Tibetano de los Muertos", una de las principales obras escritas del budismo en la traducción de Timothy Leary, el científico que promovía el consumo de LSD como una forma de experimentar con nuevos estados de percepción.

Y el asunto sigue. En "The Dark Side of the Moon", Pink Floyd despliega obsesiones existencialistas que toman la forma de un nihilismo esbozado como respuesta ante la futilidad de lo cotidiano y la especulación sobre un destino trascendental que, en vez de la claridad celestial, asume el rasgo de lo oculto, asociado al lado oscuro de la luna.

Paul Simon, que recogió parte de la música sincrética de Brasil en "Graceland", y Santana, que dio a uno de sus discos el título de "Abraxas", divinidad agnóstica que encarna el bien y el mal, no pueden ser buenos ejemplos de un rock apegado a la ortodoxia católica. "Rumours", de Fleetwood Mac, es una colección de canciones que se hacen cargo del clima emocional que imperaba al interior de la banda, cuando las dos parejas que le daban vida se estaban separando, opción que todavía es resistida por el dogma católico, también muy lejano del hedonismo que proclama Oasis en "Definitely Maybe". Incluso uno de los álbumes menos controversiales de la lista, "Achtung Baby", de U2, está cantado por un hombre, Bono, que ha lamentado profundamente el daño que la división entre catolicismo y protestantismo ha causado en su país, Irlanda.

¿Asombra esta lista de L'Osservatore, entonces? No tanto, porque, en primer lugar, bajo la dirección de Giovanni Maria Vian, este medio ha apostado por un mayor grado de diversidad editorial, incluyendo una cobertura profesional y relativamente desprejuiciada de la cultura popular. Y aunque el medio católico más conocido del mundo puede sorprender al demostrar un conocimiento del rock como para publicar una nota curatorial, la selección de títulos tiene como denominador común una mezcla entre espiritualidad y grandilocuencia que es lo más parecido a una catedral que un observante católico puede encontrar en un disco de rock.

* Periodista especializado en música

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