Por Andrew Chernin Febrero 27, 2010

El año pasado fue Barack Obama. Y hasta él se sorprendió. Con apenas nueve meses en la Casa Blanca, el primer presidente afroamericano de EE.UU. ganó el Premio Nobel de la Paz por "sus extraordinarios esfuerzos" diplomáticos para "la cooperación entre los pueblos". Básicamente, por sus buenas intenciones. Y eso bastó para pensar que, el 2010, el ganador no tendría por qué ser alguien como la Madre Teresa o el Dalai Lama de turno. Después de Obama, la crítica generalizada fue que los criterios para otorgar el galardón se habían ampliado en exceso. Este año, los puristas del Nobel tienen otro motivo para escandalizarse: internet está entre los candidatos.

La iniciativa es de Riccardo Luna, redactor jefe de la versión italiana de la revista Wired. Apoyado por la iraní Shirin Ebadi, Nobel de la Paz en 2003, anunció la campaña en la revista y creó el sitio web www.internetforpeace.org, donde explica por qué internet se merece el Nobel. Luna habla de la cultura digital y de una sociedad más abierta al diálogo y al debate; de la democracia virtual y de que la interacción combate el conflicto. Habla de un Nobel para cada uno de nosotros. Y aunque suene populista, ese argumento tiene un antecedente: el 2007, la revista Time escogió al usuario de internet como la Persona del Año.

Gracias a la comunicación inmediata, internet ha hecho mucho más por la paz que Obama. Pensemos en Irán. En las elecciones del 2009, se acusó al gobierno de fraude electoral; hubo serios disturbios y se prohibió el acceso a los medios extranjeros. Las redes sociales hicieron su trabajo y, durante el conflicto, Twitter promediaba 220 mil comentarios al respecto por hora. Pensemos, también, en Yoani Sánchez, bloguera cubana que, en su blog Generación Y, describe la realidad censurada de La Habana: esa que involucra presos políticos, mercado negro y golpizas a los disidentes.

Internet al Nobel de la Paz puede sonar caprichoso. Incluso aspiracional en un mundo en el que aún existen aldeas sin agua potable; o superficial si se piensa en guerras y dictaduras. Por eso sus contrincantes son tan diversos: el chino Liu Xiaobo, líder disidente y activista por la libertad de expresión; la ONG rusa Memorial, defensora de los derechos humanos; y George Ryan, ex gobernador de Illinois -hoy preso por corrupción-, partidario de abolir la pena de muerte.

Pero aceptémoslo: gente que pelea por los derechos humanos no es ninguna novedad. Y está bien. Eso no los hace menos nobles, ni peores contendores: incluso les juega a favor representar candidaturas más tradicionales. Expertos aseguran que, debido a las críticas que recibió la premiación de Obama, el comité elegiría a un candidato menos polémico. Uno que defienda una iniciativa prioritaria en la agenda internacional. Internet, en cambio, gana en otro factor clave: ser una contribución novedosa.

Supongamos, entonces, que es posible. Que internet gana. Que la democracia como la entelequia que internet representa pesa más que un chino encarcelado, una ONG rusa o un ex gobernador corrupto. Supongamos que en octubre el comité del Nobel la anuncia como ganadora. Surge, entonces, una nueva disputa: ¿quién recibe el galardón en Oslo?

* Periodista de Qué Pasa

Relacionados