Por Andrés Gomberoff S.* Enero 30, 2010

La silenciosa ubicuidad del láser en nuestra vida diaria es fascinante. Es por eso que este año el mundo celebra sus 50 años de existencia. Fue un lunes 16 de mayo de 1960 cuando Theodore Maiman construyó el primer láser en los Hughes Research Laboratories, en Malibú, California. En un comienzo, la comunidad no comprendió su importancia. Es "una solución en la búsqueda de un problema" decían. Hoy, sin embargo, nuestra sociedad sería inconcebible en su ausencia. Podemos encontrarlos dentro de un reproductor de DVD, de una impresora, en los pabellones quirúrgicos (como bisturíes de precisión o como cinceles para modelar la córnea de un miope), en salones de depilación, en recitales de rock, en la caja del supermercado para leer códigos de barras, en el armamento de aviones de guerra, en sistemas de comunicaciones, en la impresión de chips. La lista es interminable. Incluso en la cocina: el restaurante Moto, en San Francisco, dispone de uno con el cual, por ejemplo, vaporizan vainas de vainilla recogiendo el humo en la copa donde posteriormente le servirán su merlot.

El corazón del dispositivo creado por Maiman es un cristal de rubí en forma de cilindro. Los extremos están cubiertos con capas de plata, a modo de espejos, uno de ellos suficientemente delgado como para permitir el paso parcial de la luz. El rubí está rodeado por una lámpara de alta intensidad. Al encenderla, la luz excita a algunos de los átomos del rubí a estados de energía más elevados. Éstos luego decaen espontáneamente, emitiendo fotones del color rojo característico de la piedra preciosa. Al rebotar en los espejos de los extremos, los fotones vuelven al cristal, estimulando más y más emisiones en una reacción en cadena que rápidamente amplifica la intensidad de la luz. Parte de ésta puede salir por el extremo semitransparente del rubí. La lámpara se encarga de volver a excitar los átomos que ya decayeron.

La luz del láser se caracteriza por su color muy puro (monocromático) y por tener una dirección bien definida, lo que permite crear haces muy delgados y de alta potencia. Esta técnica le da al láser su nombre, sigla en inglés para "amplificación de luz por emisión estimulada de radiación".

Este año se espera una nueva revolución con el láser. En el NIF (National Ignition Facility), en EE.UU., 192 láseres de alta potencia se enfocarán en una pequeña cápsula de hidrógeno para gatillar un proceso de fusión nuclear como la que ocurre en el sol, creando una estrella del diámetro de un cabello humano. Se espera que la energía liberada por esta estrella sea mayor que aquella que se utilizó para encenderla. De ser así, el viejo sueño de la fusión nuclear controlada, una forma relativamente limpia y barata de energía nuclear, podría hacerse viable de la mano del láser. Tecnología que a pesar de sus 50 años, está como quiere.

* Departamento de Física de la Universidad Católica

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