Por Diciembre 26, 2009

No basta con ser excelente: el caso de Rodrigo Álvarez demuestra que uno puede tener una trayectoria parlamentaria impecable, que lo hace ser respetado por moros y cristianos, pero eso no es suficiente. Una candidata que hace puerta a puerta y recibe el apoyo de un alcalde popular es capaz de derrotar al más encumbrado. Álvarez, por su parte, ha adquirido una experiencia que le será útil en las próximas senatoriales.

Nada es imposible: Antonio Horvath participó sin compañero de lista, Nicolás Monckeberg en un bastión inexpugnable, Andrés Zaldívar parecía que ya pertenecía a los recuerdos. Y ahí están. El caso de Zaldívar muestra que los votantes todavía valoran la perseverancia y la experiencia. Reconozco que este triunfo me dio un gusto particular, porque me parece que idolatrar la juventud es una forma lamentable de inmadurez.

Todavía hay lugar (y mucho) para los valientes: en los años pasados ha habido parlamentarios que han defendido causas que parecían impopulares. Lo hicieron conscientes de que lo más práctico eran los consejos de los estrategas de lo "políticamente correcto" y quedarse callados. Hoy, sin embargo, son los grandes triunfadores (Francisco Chahuán, José Antonio Kast, Nicolás Monckeberg, Jorge Sabag, Ignacio Urrutia, Patricio Walker, etc).

La Quinta Región es especial: las cosas en la UDI estaban claras: un candidato valioso y conocido debía ganar la senaduría por la Quinta Costa. Pero olvidaron que hay zonas del país donde la gente es regionalista -al menos en la centroderecha-, que sus votantes no son un público cautivo y que un buen candidato local siempre tendrá una ventaja importante sobre el postulante santiaguino.

Mucha propaganda puede indigestar: Joaquín Lavín no es un ingenuo y sabía que su tarea de conseguir un puesto en el Senado era difícil. Consiguió enormes recursos y llenó la Quinta Región de propaganda, la misma propaganda que indignó a un grupo de votantes y los hizo apoyar a Chahuán en las últimas semanas, en una elección que se definió por un puñado de votos. En otras ocasiones, un gran despliegue propagandístico fue útil. Pero aquí se muestra que no es un recurso infalible. Algo parecido ocurrió en Perú en 1990, cuando el exceso de carteles, spots y jingles hizo que Vargas Llosa perdiera las elecciones presidenciales ante el desconocido Fujimori. No es ninguna broma perder votantes por errores no forzados. Estas parlamentarias nos recordaron algo elemental: cada voto es importante.

Los comunistas son inteligentes: llevaban años buscando un lugar y los estrategas de la DC quisieron aprovechar esa fuerza para conseguir una ventaja significativa. En principio, todo estaba bajo control, pero algo falló y los comunistas no perdieron su oportunidad. En los próximos años no habrá tiempo para aburrirse en la Cámara ni para revisar páginas de internet.

La clase política es mejor de lo que pensamos: todos nos quejamos de los políticos, "esos señores que reparten su retrato por las calles" (Borges), pero seamos sinceros: entre los derrotados y los vencedores hay gente de gran categoría. Eso significa que en Chile todavía hay personas que están dispuestas a dedicarse a la cosa pública, a pesar de tener otras posibilidades de trabajo más tranquilas y rentables. Hubo personas que participaron incluso cuando tenían pocas posibilidades de éxito. Eso habla bien de ellos. Tenemos que cuidar esa clase política. Pero también ellos deben cuidarse, mostrarnos con hechos que buscan el bien común.

* Instituto de Filosofía de la Universidad de los Andes

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