Por Juan Pablo Martínez* Diciembre 12, 2009

El  sábado recién pasado, Wenceslao Casares invitó a un grupo de amigos y conocidos del trabajo a su casa. Los invitó al palacio Las Majadas de Pirque, residencia que hoy también es la mansión gótica del conde Vrolok. Ahí se reunió una joven y diversa comunidad de early adopters del mundo online, algunos con trabajos tan extraños -a ojos de un late adopter como yo- como vender cajas de adrenalina por la web o integrar infraestructura para transmitir TV online. En total, unas doscientas personas entre empresarios, ejecutivos e inversionistas que trabajan con el mundo de la tecnología, el diseño y el entretenimiento en diversas empresas en América Latina.

El motivo de Traweln -la reunión- siempre fue claro y único: hacer networking. Para mi extrañeza, el tema nunca pasó por llevar a casa un par de tips a partir de la exposición de algún gurú de la nueva economía. Estaba el incentivo de escuchar a Chris Anderson, editor de Wired y autor de The Long Tail, pero el tema de fondo siempre fue pasar una tarde de agradable conversación acompañada de un rico asado.

Los comensales de cada mesa fueron elegidos con pinzas. Todo minuciosa y fríamente calculado. No te podías sentar en la mesa con tus conocidos de siempre. Wenceslao y sus boys pusieron las reglas del juego y frenaron nuestra natural tendencia a permanecer en el mundo de los conocidos.

Pero, ¿por qué? ¿Por qué fuimos obligados a contar lo que hacemos, además de entregar nuestra tarjeta de presentación a cada uno de los integrantes de la mesa en que almorzamos?

La razón es tan simple como profunda. Esta moderna comunidad de negocios -bastante más diversa y cool que la que se reúne en Enade- funciona desde un supuesto básico: en la economía postinstitucional, en la economía que cristaliza en la web, lo fundamental es la coordinación y cooperación entre personas. La creación de comunidades. Como lo hace Facebook. Lo que importa es la conexión con el otro. La persona, su capital cultural y su talento. Full meritocracia. En Traweln se promueve el emprendimiento y la innovación, pero por sobre todo se apunta a llenar uno de los nichos más desiertos de nuestra sociedad contemporánea: incentivar la meritocracia como motor del desarrollo.

Finalmente, no deja de ser interesante que Traweln se haga en Chile. Según escuché, no hay ninguna reunión de este tipo en todo América Latina. Si viviéramos en los 90, seguro se hubiera organizado en Miami. Pero se hizo en Chile y eso es bueno. Según Mr. Wired, Latinoamérica se está comenzando a identificar con la creatividad y el desarrollo tecnológico. Si esto fuera verdad, Chile finalmente estaría en una posición ventajosa dentro de la región para convertirse en un polo de desarrollo de innovación, emprendimiento y tecnología con valor agregado. Ojalá que así sea.

* Director de TheLab Y&R BrandAsset Consulting

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