Por Julio Dittborn* Diciembre 5, 2009

Diciembre del 2009. Mientras veo Santiago y Valparaíso empapelados de propaganda electoral, me siento algo extraño. Primera vez en doce años que no hago campaña. Siento alivio, pero también algo de nostalgia por el fin de una etapa y por esa adrenalina que brota a chorros durante las campañas, de la cual ahora carezco. Debo reconocer que a mi cuerpo le falta un poco de adrenalina.

Siempre me he preguntado ¿cuánto afectan a los resultados estas campañas llenas de "palomas" con fotos de los candidatos en una época en que la TV es tan masiva? La verdad, no lo sé. Sin embargo, confieso que para mis dos reelecciones mandé a hacer una encuesta de urna (cara a cara) seis meses antes de la elección. Quería saber cómo estaba y si tendría que gastar más o menos plata para tratar de ser electo. En ambas oportunidades, el resultado del sondeo fue casi igual al del día de la elección. Eso me ha hecho dudar aún más del impacto que estas masivas campañas publicitarias tienen en el resultado final.

Claro, dirán algunos, pero el tuyo era el distrito con el ingreso per cápita más alto de Chile. Es verdad, en distritos con electores menos informados, estas campañas de "palomas" deben tener más impacto. También es cierto que para los candidatos que postulan por primera vez al cargo, son importantes. Es imposible para ellos darse a conocer en pocos meses, cosa que sí harán si son electos y ejercen el cargo. Por eso, más vale una "paloma" con la foto, antes que cero. Es cierto que nadie vota por alguien al que ni siquiera le han visto la cara.

Creo que las campañas irán cambiando a medida que el país muta. Por ejemplo, en mi distrito nadie pinta paredes, no porque una ley lo prohíba, sino porque el candidato que lo hiciera probablemente perdería votos. Deberíamos apurar este proceso, haciendo un pacto entre todos para nunca más pintar paredes y no afear los barrios, especialmente los más populares, que lucen todos pintarrajeados.

* Actual diputado distrito 23

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