Por Axel Christensen | Director ejecutivo BlackRock Noviembre 14, 2009

Las últimas cifras económicas que hemos conocido, tanto en el extranjero como en nuestro país, nos han sorprendido. Desgraciadamente, la sorpresa no ha sido tan grata. Por un lado, el desempleo en EE.UU. alcanzó su nivel más alto en 26 años, marcando un 10,2% -rompiendo la barrera sicológica de los dos dígitos- versus un 9,8% de septiembre. Los analistas esperaban, en promedio, tan sólo un 9,9%. También continúa la tasa de destrucción de puestos de trabajo en ese país. Si bien otras cifras de actividad económica para la mayor economía del mundo son más auspiciosas, queda claro que el crecimiento en este país aún no es suficiente para avanzar en empleo (y, por tanto, en consumo).

En nuestro país, por otro lado, las cifras de actividad para septiembre (Imacec) reflejaron que la economía local se contrajo en 1,1%, superando las expectativas del mercado, que sólo esperaba una caída del 0,5%. La recuperación en la minería y el comercio no fue suficiente para compensar la baja en la actividad industrial. Incluso la serie desestacionalizada, que compara la actividad con el mes anterior, mostró un retroceso en octubre.

¿Son estos últimos indicadores señales de que se pueden estar marchitando los brotes verdes de la recuperación? ¿Tenían razón los que anticipaban que la recuperación sería en forma de W? Es, quizás, demasiado temprano para apresurarse a conclusiones. Si bien existe ya significativa evidencia de que ha comenzado el período de recuperación económica tras la crisis, esta reactivación será probablemente algo más lenta de lo que nuestras expectativas y los mercados financieros quisieran que fuera.

Aunque suene paradójico, esto no es necesariamente malo. El Fondo Monetario recientemente advirtió que el principal riesgo para la economía global es el retiro demasiado temprano de las condiciones de estímulos, tanto fiscales como monetarios, principalmente en los países desarrollados. Ello porque la recuperación presenta importantes desigualdades, tanto entre países como sectores. Luego, las cifras económicas menos auspiciosas, como las recientemente conocidas, permiten anticipar que los bancos centrales y los gobiernos mantendrán por más tiempo medidas acomodativas antes de volver a la normalidad. Los mercados financieros, anticipando esto, no han reaccionado demasiado negativamente ante peores cifras económicas. Más bien lo han hecho cuando percibe que se acerca el fin de las políticas de estímulo, como reaccionaron ante las alzas de tasas de bancos centrales de Noruega y Australia recientemente.

La buena disposición del mercado frente a "malas" noticias, sin embargo, no es gratis. Al mismo tiempo, ha ido creciendo el fantasma de las principales consecuencias de mantener por más tiempo estos estímulos. Esto ha sido muy patente tanto en el alza experimentada por el oro principal refugio contra la inflación como en la brusca caída del dólar norteamericano, reflejando los costos para ese país de mantener por más tiempo un mayor déficit fiscal.

A pesar que esta última crisis ha puesto en entredicho muchos elementos de la teoría económica, parece que sigue incólume que no existen los almuerzos gratis.

* Director ejecutivo de Barclays Global Investors

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