Por Daniel Greve* Noviembre 7, 2009

Está bien: es rockero, va de cool, viaja por el mundo y le pagan por ello. Dice -no lo dudo- que tiene el mejor trabajo del planeta. Incluso sus libros son geniales, y tanto el tono como el contenido dan para ordeñar más ideas de la cuenta, con una ironía que tiene tanta bilis como la necesaria. El aro le queda bien, las canas también, y si Anthony Bourdain -el chef estrella de Travel & Living- pudiera reencarnarse, lo haría en Anthony Bourdain. Sí. Bourdain es como una cruza entre David Bowie y Beck, con más vitaminas y otro público, aunque nada de lo anterior lo pone en un terreno lo suficientemente seguro como para sostener las palabras que acaba de enmarcar la semana recién pasada, a propósito del cierre de la influyente revista Gourmet: "No quiero sonar alarmista, pero quien piense que los medios especializados impresos van a sobrevivir, simplemente se está engañando a sí mismo", lo que remató de manera gloriosa: "¿Para qué voy a leer la crítica gastronómica del New York Times acerca de la cocina de Singapur, si existen nerds que lo bloguean gratuitamente?".

Entonces, según la lógica Bourdain, podríamos preguntarnos sin atajos: ¿Para qué ver Travel & Living -donde él mismo emite y forma juicios en No Reservations, su programa- si en YouTube está lleno de freaks haciendo lo mismo? ¿Por qué invertir tiempo en escuchar -o leer, u oír- a la gente que acumula horas de vuelo gastronómico, cuando podemos apelar a la democratización del contenido, y dejárselo a quienes comen para vivir, aunque no vivan para comer? Nada dice que la opinión de un blogger no tenga validez o no sea auténtica. Tampoco se aleja de la verdad que los medios especializados sufren la incomprensión del marketing -que siempre los medirá según costos por contacto, no por calidad, negando al nicho desde el nicho mismo-, pero tanto los medios como el público, los opinantes y los espectadores son complementarios y no excluyentes.

Bourdain, con la frase, no hace otra cosa que tirar el boomerang a la altura de su propio cuello. Su programa es especializado. Se construye desde el adjetivo. Y para él hay miles de alternativas tan válidas como masivas y gratuitas. Pero lo que viene es, sin duda, la selección natural: los buenos cronistas gastronómicos van a quedar, y los malos van a desaparecer, en la plataforma que sea. Pero un blogger, aunque siempre puede mostrar una visión interesante, carece de contexto. El punto de vista y su perspectiva siempre va a ser otra. Una, por cierto, menos amplia. O tan amplia, que dejará de ser profunda.

Para escribir de cocina hay que probar mucho, cocinar bastante y viajar tanto como las moléculas del cuerpo lo permitan. Los geeks que Bourdain imagina, desde sus escritorios y desde la anécdota, poco y nada pueden compensar las catas, recetas y viajes desde un laptop, cuya única vista es el vaso desechable del Starbucks al lado del mouse. Si Bourdain piensa que los optimistas se están engañando a sí mismos, perdió de vista que su fórmula lo incluye. La lista negra de Bourdain empieza con la B de Bourdain.

* Periodista especializado en vinos y gastronomía

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