Por Yoani Sánchez* Octubre 17, 2009

Una entidad gubernamental cubana, la oficina de Inmigración y Extranjería, ha determinado que aún pesa sobre mí la prohibición de salir del país. Al igual que en tres ocasiones anteriores, a pesar de tener el pasaporte visado y los boletos de avión asegurados, he tenido que desistir de hacer las maletas. "Por el momento usted no está autorizada a viajar", repetía una y otra vez un robot uniformado, cada vez que yo le exigía una explicación, un argumento, el nombre de quien se hacía responsable de la decisión de impedirme ir a Nueva York a recoger una mención en el contexto del Premio María Moors Cabot, que me ha otorgado la Universidad de Columbia.

La causa, no explicada por quienes no me dejan salir, es que en los dos últimos años mantengo un blog en internet que se llama Generación Y, y que es como una ventana abierta a esa Cuba real que los periódicos oficiales pocas veces muestran. En ese espacio, donde describo y narro lo que vivo, de una forma emocional, personalísima, sin pretensiones de objetividad periodística ni de academicismo filosófico, me he referido muchas veces de forma crítica a la conducta autoritaria del Estado cubano, que restringe los derechos de los ciudadanos, entre ellos el de viajar al extranjero.

Mi intención con el blog es doble. Por una parte, necesito sacar afuera algunos demonios acumulados; y, por otra, siento que cumplo con un deber cívico cuando invito a las autoridades a que reflexionen, a que cambien su actitud. Muchas veces me he preguntado si no estaría siendo injusta con quienes detentan el poder en Cuba al achacarles la responsabilidad de mi inmovilidad forzada. Quizás, llegué a pensar, por accidente habían perdido o confundido mi expediente entre los tantos miles de quienes solicitan una autorización para saltar la frontera de la insularidad. ¿Y si todo sólo fuera un lamentable malentendido? Me molesta mucho que me nieguen por cuarta vez el permiso para viajar, pero al mismo tiempo me reconforta saber que no he mentido, que ni siquiera he exagerado.

Que mi caso sea el ejemplo de lo que expongo, me parece fantástico. Eso me hace feliz porque me dice: "Estabas en lo cierto, tu catarsis no era una farsa ni fruto de una confusión". Es por eso que a las 6 y 30 de la tarde del 14 de octubre, mientras se desarrollaba la ceremonia de premiación a la que no pude asistir, hice una fiesta con mi familia y mis amigos. Allí estaba lo mejor de la blogósfera cubana abrazándome y celebrando conmigo.

¡Ah, si me hubieran dejado salir! Estaría mucho más feliz, visitando una ciudad que no conozco, interactuando con gente interesantísima y diciéndome sin descanso: "Estabas en lo cierto, finalmente ellos han tenido que empezar a cambiar".

* Bloguera disidente cubana. Mencionada en 2008 entre las 100 personas más influyentes del mundo por revista Time. Vive en La Habana.

Relacionados