Por Juan Carlos Fau Octubre 17, 2009

Si no fuera por el sitio de apuestas Ladbrokes, la discusión sobre el Nobel de Literatura se mantendría en los tediosos análisis sobre los argumentos políticos de la Academia para premiar al elegido. Por más que el clamor popular insista en proponer autores de mayor difusión, el deseo de ganar unos pesos, o el pánico de perder, ha revivido el dramático instante en que se revela la noticia. De literatura ni hablar.

Al igual que en el mundo de la hípica, "el dato" funciona poco y nada. 48 horas antes de la transmisión, la rumano-alemana pagaba 50/1, y a 24 horas era de 7/1. El mínimo rigor solicitado al jurado sería echarle una mirada al historial de sus computadores personales. De verdad que da lo mismo. Las casas editoriales hace buen rato que abdicaron del lobby. Y sólo los lectores con abundante vida social intelectual desean dictar una pequeña cátedra de sobremesa sobre la trascendencia del escritor laureado.

Hasta hace unos pocos años, para una editorial contar entre sus filas con un Nobel era un prestigio, más tarde fue una bendición y hoy es una complejidad. Cuando el británico Naipaul ganó en el 2001, la editorial Debate, poseedora de los derechos en español, no tenía stock de sus libros en Chile. Desde España llegó con un mes de atraso el container con los lingotes de oro que terminaron en el cajón de ofertas del supermercado con un vistoso letrero: "Nobel a $500". En la misma procesión van: Le Clézio, Doris Lessing, Mahfuz, Pinter y Gao Xingjian. Coetzee es la excepción. Sus libros se venden, y sus lectores esperan sus novedades. Ojo, que hasta aquí no va un solo adjetivo sobre la calidad de los autores, ni siquiera aburrido.

Obviamente no se trata de un concurso de popularidad, aunque el Nobel de Obama derrite la afirmación anterior. El de Literatura siempre genera unos centímetros cúbicos más de pasión. Leer un Nobel antes de que el escritor lo reciba es un signo de estatus intelectual, y de inmediato se genera la sentencia perfecta: "Ya lo leí".

Los libros de Herta Müller en español pertenecen al sello Siruela, que se caracteriza por sus cuidadas ediciones, sus precios XL ABC1, y una esquiva distribución. Todo ello parece un conjuro irremediablemente elitista. Un lector refinado, preocupado por los desposeídos, adinerado, muy adinerado, con mucha tolerancia a la frustración para lograr encontrar lo que busca. Si usted conoce a uno, además de presentarle a su hija, indíquele que los libros de la Müller llegan en dos semanas.

Al igual que en años anteriores, nuestra vitrina lucirá orgullosa los títulos de Roth con la correspondiente franja promocional: Perdónalos Philip, no saben lo que hacen.

* Librero-Periodista.

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