Por Axel Christensen | Director ejecutivo BlackRock Octubre 17, 2009

Debates presidenciales. Encuesta del Sernac. Discusión de proyectos de ley en el Congreso. Cartas al director en varios diarios. ¿Qué tienen en común todos estos temas? Que en todos ellos se observa una marcada visión negativa hacia la industria bancaria.

Claramente esta visión nada tiene que ver con el grado de solvencia o el manejo que han hecho de la crisis. A diferencia de otros países, los contribuyentes chilenos no hemos tenido que salir a rescatar instituciones financieras en problemas. Tampoco se ha generado acá un debate respecto a los bonos que recibieron ejecutivos bancarios, tal como se suscitó en EE.UU.
¿Por qué, entonces, son los bancos el blanco? Las razones son variadas y dependen del perfil de persona de la cual estemos hablando.

A los empresarios, sobre todo de firmas pequeñas, les incomoda mucho una relación que consideran asimétrica. Sienten que tienen poca capacidad de negociación, que es difícil sentir una verdadera oferta competitiva de créditos y que cuando las cosas se ponen difíciles, el banco les da la espalda.

Las personas, generalmente deudoras de tarjetas de crédito, créditos de consumo o hipotecarios, suelen resentir lo que consideran altas tasas de interés y deficientes niveles de servicio. Al mismo tiempo, sí evalúan bien la solidez de los bancos y éstos siguen siendo uno de los destinos preferidos para su ahorro.

La relación con la clase política es más interesante. La banca es una industria poderosa e influyente y como tal genera tanto respeto como desconfianza por parte de otros que acostumbran a moverse en las esferas del poder. Muchos suelen verse tensionados en relación a una recurrida fuente de financiamiento de gastos de campaña cada cuatro años (me refiero a préstamos más que a donaciones), pero que como blancos de ataque suelen dar réditos políticos.

Los mismos bancos también parecieran dar motivo para ser tan vulnerables. Su gran capacidad comunicativa a la hora de diseñar promociones y ofertones, brilla por su ausencia al diseñar productos difíciles de comparar. Peor aún, no encuentran una manera convincente para explicar por qué existe rezago entre la baja de tasas de interés del Banco Central y la de sus créditos. Tampoco ayuda mucho a su imagen que sea percibida como una industria que es capaz de mostrar crecimiento en sus utilidades cuando muchas otras actividades siguen en recesión.

Difícil profesión la de banquero. Claramente no es una carrera a escoger si uno quiere ganar concursos de popularidad. Pero mejor que sea así. Un buen banquero sabe que tiene una gran responsabilidad, no sólo con sus accionistas, sino también con sus depositantes y con el resto de los bancos, que pueden sufrir las consecuencias cuando una entidad entra en problemas. Su deber es recuperar el dinero que ha prestado, mediante una acertada toma de riesgos. Y, por cierto, dentro de éstos está el de ser el blanco de las críticas de todos.

* Director ejecutivo  de Barclays Global Investors.

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