Por Irene Hernández Velasco* Octubre 10, 2009

O se la ama o se la odia. O se la detesta o se la venera. Tres años después de su muerte, Oriana Fallaci (1929-2006) sigue sin dejar indiferente a nadie. Ahora con Un sombrero lleno de cerezas, la ambiciosa novela histórica a la que dedicó buena parte de los 10 largos años que -desde 1991 y hasta 2001 y sabiéndose ya enferma de cáncer a la mama-, permaneció alejada del mundanal ruido, retirada del periodismo y enclaustrada en su apartamento en el número 222 de la calle 61 de Nueva York.

De "mi criatura", como la escritora denominaba a esa monumental obra, se agotaron en Italia 500 mil ejemplares sólo en los tres primeros días de venta. El libro cuenta la historia de la familia Fallaci, desde mediados del siglo XVII hasta 1889, a través de medio centenar de personajes, tanto reales como ficticios. La autora, a través del relato de una saga familiar, recupera la intrahistoria de la vieja Europa y de los conflictos que marcaron a sus antepasados.

Pero la duda trascendental que planea sobre esa imponente saga épica que recorre cinco generaciones es si la aguerrida periodista quería realmente que esa novela, que dejó incompleta y a la que nunca llegó a poner el punto final, viese la luz.

Según Paola, su hermana, la respuesta es rotunda y categóricamente no. "En este momento, Oriana debe de estar blasfemando... Que no me toquen las pelotas... Había dos copias de ese libro. Una la tenía Oriana y la otra la tengo yo. Y ella no quería que fuese publicado. Tengo notas suyas en las que escribió: 'Antes que verlo publicado, lo quemo'".

Sin embargo, detrás de la monumental bronca montada por Paola a propósito de la salida al mercado de la obra, algunos no pueden evitar ver un atisbo de rencor por haberse visto excluida del testamento de la Fallaci. Porque Oriana, que llevaba años peleada con ella, no le dejó ni un miserable euro. La escritora y periodista, visceral hasta la médula y que murió sin hijos, decidió legar toda su fortuna a uno de los dos vástagos de Paola, Edoardo Perazzi, de 43 años, quien, por supuesto, no se habla con su madre. Como heredero universal de Oriana Fallaci, Perazzi es dueño de los derechos de autor de todas las obras de la reportera. Y tiene en sus manos el copyright de Un sombrero lleno de cerezas, publicado a título póstumo. De hecho, fue él quien decidió llevar a la imprenta ese libro, asegurando que su tía le había autorizado expresamente a publicarlo.

Pero aun siendo el heredero único de la Fallaci y su sobrino preferido,  Perazzi no puede evitar hacer un retrato bastante terrible de su tía, famosa por su espantoso temperamento. Esclavista, severa y tacaña son sólo algunos de los calificativos que le dedica.  "Me acuerdo que, una vez, cuando estaba en el primer año de la Universidad de Chicago, me dijo: 'Pobrecito, ¿qué haces allí tan solo? Ven a verme, te preparo una buena comilona aquí en Nueva York'. Yo caí en la trampa, aunque ya me pareció un poco sospechoso que, en lugar de un billete de avión, me enviara uno para viajar en autobús de línea. El caso es que, tras un día y medio de viaje, llamé a su puerta reventado de cansancio, sucio. Ella me hizo lavarme a toda prisa. Tenía como invitados a Sean Connery y a su mujer... Durante un día hice de camarero y, después, me mandó de vuelta a la universidad, pero sólo tras hacerme fregar todos los platos".

* Periodista de El Mundo de España

Relacionados