Por Daniel Greve* Septiembre 5, 2009

Si antes nos conformábamos con un poco de agua hirviendo y un café instantáneo, ahora el café cobró una dimensión hipnótica y se llenó de rituales: el agua es filtrada y se hace a una temperatura precisa para no quemar el grano. Se espera con paciencia. Y si antes era una necesidad, hoy además es un placer. ¿Café-café? Esa pregunta rara vez asalta. Hoy el café es café, sin sucedáneos ni impostores.

En casa tenemos prensas y cafeteras, algunos incluso moledoras. El café también entró al mercado del lujo y la sofisticación, y tiene tantos amantes como el vino o Liz Taylor. Hasta forma parte de sesiones de belleza -por sus efectos tónicos y exfoliantes-, de cursos de cata y es responsable de que existan en su nombre revistas especializadas.

Las cafeterías también han cambiado. Antes sólo tenían piernas. El café era quemado, amargón. Hoy contamos, al menos en algunos sitios -aún falta que esa pericia se expanda-, con baristas, especialistas en el arte del café. Como Matías Lama, dueño de Espresso Bar, una pequeña y confortable cafetería de barrio, quien ha participado de cosechas y tuestes, ha hecho sus propias mezclas y ha sido seleccionado en concursos internacionales. Son lugares, por cierto, que tienen sus propias mezclas de la casa -el famoso house blend- y marcas que ya se han atornillado con éxito en Chile: Lavazza, Segafredo, Illy, Kimbo, Britt…

La edición de café de la revista CoBe, que yo dirigía, fue por lejos la más vendida. Y eso no sólo refleja un mayor consumo de café de calidad, sino también cómo queremos más información. Existe un interés inédito por hacer de una taza de café, que antes  era una simple anécdota para partir el día o hacer un alto, un producto por el cual reunirse a su alrededor. No existe otra explicación para el éxito arrollador de Starbucks o del optimismo que existe con la llegada de Juan Valdez, el gigante colombiano. Y si todo va como hasta ahora, podremos tener muy pronto el lujito de Nestlé: se trata de Nespresso, la marca que puso al café y al diseño en un mismo nivel. Nespresso diseñó cápsulas al vacío, de preciosa factura, las puso en máquinas automáticas de gran diseño y funcionalidad, y elevó el nivel del café en casa hasta las nubes.

Café. Café del bueno. Si Nestlé nos abrió el apetito tibiamente con Nescafé, hoy nos da la posibilidad concentrada de empezar y terminar el día con Nespresso. Nada mal para ser el último sabor que nos llevamos a casa.

* Periodista especializado en gastronomía y vinos

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