Por Cristóbal Bellolio B.* Agosto 29, 2009

A Chile le llora un referente auténticamente liberal. Un Partido Liberal. Como alguna vez le leí a Alfredo Jocelyn-Holt, el liberalismo en nuestro país es travesti: Hace negocios con la derecha y se acuesta con la izquierda. No existe un partido que abrace la idea de la libertad en toda su extensión y altura.

Pero eso está a punto de cambiar, ya que mientras corren ríos de tinta se desarrolla bajo nuestras narices una nueva generación de chilenos que, quizás sin proponérselo, desafiará el viejo mito de que Chile es un país conservador.

Para ellos la libertad política es un dato dado. No tuvieron que luchar por ella. Pero la defenderían celosos si se amenazara su derecho a opinar, expresar, comunicar o asociar. Tampoco se acomplejan con la libertad económica: Tienen bastante claro que el mercado les permite acceder a una mejor calidad de vida. Y no se arrugan frente a la libertad de otros que optan por un estilo de vida que probablemente no sería el suyo. Los dogmas religiosos juegan un papel sustantivamente menos influyente, mientras se alimenta el espíritu crítico y el escepticismo. La tradición ya no es autoexplicativa.

Pero no se trata del liberalismo de los siglos XVIII y XIX, reconocidamente insuficiente. A la idea clásica y fundacional de la libertad negativa (ese espacio irreductible de libertad personal donde el Estado o el grupo social no interfieren, como lo definió Berlin), el nuevo liberalismo añade una preocupación central que apunta a que todas las personas, incluidas las más desfavorecidas, tengan las capacidades mínimas para ejercer dicha libertad. Sin esa consideración, cualquier estructura resulta injusta. Y como no basta solamente con la independencia privada, se suma un tercer componente que busca establecer lazos con el pensamiento republicano, donde lo público adquiere importancia a través de distintas causas que agrupan a la sociedad. Muchas de estas ideas ya están impresas en el ADN de los nuevos chilenos.

Es cierto que en Latinoamérica el liberalismo no ha sido precisamente exitoso. Como decía un reputado profesor, es y ha sido un proyecto en continua disputa con alternativas igualmente poderosas: el nacionalismo, el autoritarismo, la superstición, el populismo, el paternalismo, entre otras. Pero aunque precario, el camino liberal en nuestra región también ha sido precoz y persistente.

Chile está llamado a ser el pionero del liberalismo recargado: social, moderno, globalizado, pluralista y sustentable.

*Profesor de la Escuela de Gobierno de la UAI. Independientes en Red

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