Por Carlos Navarrete* Agosto 15, 2009

El circuito que ha construido la Fórmula 1 tiene mucho del calendario de bienales y trienales que el arte contemporáneo ha venido desarrollando en los últimos veinte años. Cada carrera está determinada no sólo por la ciudad donde se emplaza el circuito, sino por el obligado viaje de los pilotos y sus escuderías a ese lugar para correr la prueba. Todo en la Fórmula 1 se planifica con tiempo, ya que la inversión millonaria en tecnología automovilística potencia el talento de un piloto en situaciones donde la diferencia de un segundo frente a otro corredor significa estar en el podio o no clasificar para la prueba.

La partida de Eugenio Dittborn de la Trienal de Chile me recordó esas memorables jornadas donde el talentoso Ayrton Senna se daba el trabajo de caminar por la pista antes de subirse a su bólido. Senna, al igual que Dittborn, era un meticuloso corredor, que no dejaba detalles al azar, ni mucho menos se entregaba a la improvisación para tener algún resultado. Es más, si hay algo que los une, es ese deseo de hacerle ver a su público que el talento o logro deportivo es fruto del trabajo riguroso, planificado y permanente.

A su vez, el proyecto de Carlos Leppe trajo a mi memoria el problema que originó la obra del pintor alemán Anselm Kiefer cuando en 1989 quiso mostrar su monumental trabajo The High Priestess-Zweistromland en la galería londinense Anthony D'Offay. Obra constituida por una gigantesca acumulación de libros de plomo sobre una estantería de acero que por su peso real hundiría el espacio en donde se mostraría. Asunto que el galerista resolvió, al arrendar un espacio temporal capaz de soportar la obra en su peso real, para que la audiencia inglesa pudiese admirar cómo en esos libros estaba contenida la pesada historia alemana reciente en imágenes difíciles de olvidar. Dicho gesto puso en un primer plano la capacidad de gestión galerística ante la demanda visual y simbólica que exudaba la obra.

Como ya he indicado, una trienal no se improvisa, ni mucho menos en la idea del "Plan B" se debe albergar un posible éxito. Porque existe un largo recorrido en estas materias que los organizadores locales parecieran haber obviado en pos de hacer un evento a la chilena, más que con los estándares internacionales que estos programas demandan.

*Artista visual y académico UDP

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