Por Cristóbal Bellolio* Agosto 6, 2009

A fines de los 70, un grupo de jóvenes provenientes de familias democratacristianas rompieron con sus vínculos de origen y radicalizaron su discurso político. Aunque eran parte de la elite de entonces, estuvieron dispuestos a sacrificar sus privilegios en nombre de la justicia social.

Guardando las proporciones, y al otro lado del arco iris, hoy existe en nuestro país un grupo de jóvenes que desafía abiertamente la pertenencia a su tribu. Sin desconocer que los rostros más conocidos de Independientes en Red están asociados a la derecha, la corta trayectoria de este grupo demuestra que sus batallas no están alineadas con la agenda de los partidos de la Alianza. Fue el primer movimiento en exigir renovación en la política, enfrentando a la propia oposición en materia de inscripción automática y al voto voluntario. Promovieron bajar la edad de participación política a 16 años, en línea con la propuesta del senador Navarro, así como la limitación a la reelección parlamentaria mucho antes que Bowen y el comando de Frei.

En los llamados temas valóricos su diversidad es considerablemente más amplia que la que encontramos en la UDI o RN: gran parte de sus miembros están abiertos a debatir el matrimonio gay, la despenalización de la marihuana o el acceso al mar de Bolivia. No hacen muecas de asco ante personas que tienen un plan de vida distinto al tradicional.

En los últimos días ha manifestado su intención de transformarse en partido político. Y ya tiene una bandera: transformar a Chile desde un país de privilegios a una sociedad donde impere el mérito. Aunque esto último suene obvio, en la derecha tradicional no se ha hecho un esfuerzo sincero por destruir la lógica de exclusión social y la cultura del pituto, básicamente porque muchas veces les conviene a sus dirigentes y a sus hijos. Si vamos a hablar de competencia hay que ser igualmente corajudo para denunciar la captura del gremio de los profesores como para desnudar la colusión de un grupo de empresarios. Si vamos a hablar de integración hay que derribar las murallas que dividen nuestras ciudades.

Al final del día es probable que se siga hablando de un grupo de derecha por su origen social. Otros dirán que de derecha tiene poco por su propuesta progresista y liberal igualitaria. Pero lo cierto es que viene a copar un espacio político que actualmente no tiene dueño, y que apuesta a representar al nuevo Chile de los pokemones y los ipod antes que al de Allende y Pinochet.

*Profesor Escuela de Gobierno de la UAI y consejero de Independientes en Red

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