Por Gonzalo Cordero, abogado Agosto 6, 2015

Estos días recordé una escena de la película Tiempo de matar, protagonizada por Matthew McConaughey, quien, en el rol de un abogado, le pide al jurado que cierre los ojos e imagine, mientras él los relata, la secuencia de hechos sobre los que deben resolver. Los que hayan visto la película compartirán que la escena está muy bien lograda y consigue el objetivo de evidenciar el sesgo con que se suele juzgar a las personas, en función de los prejuicios imperantes.

Quiero intentar algo relativamente equivalente con usted, que está leyendo estas líneas. Por favor, mientras lee, claro que sin cerrar los ojos, imagine lo siguiente:

En un país latinoamericano se produce un derrumbe en una mina, 33 mineros quedan atrapados bajo tierra, aproximadamente a 700 metros de profundidad. Sin ninguna posibilidad de saber si están muertos o hay algún sobreviviente, se inicia una operación de rescate que parece imposible.  

La única alternativa es perforar desde la superficie hasta el refugio: único lugar al que los mineros podrían haber alcanzado a llegar, si no fueron atrapados por el desprendimiento. Pero parece imposible, la enorme distancia y las dificultades geológicas  hacen que la probabilidad de que la sonda pierda la trayectoria y se desvíe sea altísima.

Transcurren los días, las familias pasan por todos los estados de ánimo: esperanza, desaliento, rabia, impotencia. Les exigen a las autoridades que no se rindan. Ellas no lo hacen, dejando el trabajo en manos de los mejores ingenieros. Después de 17 días todos los esfuerzos y la perseverancia rinden frutos, amarrado a la sonda sale un papel en que se lee: “Estamos bien en el refugio los 33”. La felicidad y la emoción dan la vuelta al mundo; y luego de 69 días, en cápsulas especialmente diseñadas y fabricadas en el país, los 33 “vuelven” a la vida desde las profundidades de la Tierra. Son héroes, todos somos héroes: mineros, ingenieros y técnicos del rescate, las autoridades que no se rindieron, el país entero que día a día puso la fuerza espiritual. Lo más épico que nos ha ocurrido, todos unidos en una misma emoción.  ¡Hermoso! 

Hollywood no se resiste ante la historia, un elenco de primer nivel la lleva al cine; mineros, familiares, ingenieros y autoridades son representados por actores que los convierten en personajes universales. Un guión emocionante de heroísmo cívico en una historia en que no hay ni buenos ni malos, sólo seres humanos expresados en sus debilidades y la enorme grandeza que son capaces de alcanzar.

Ahora, imagine cómo sería la película, cada personaje, la avant premiere, pensando que todo ocurrió exactamente igual, pero con un solo cambio: que el rescate ocurrió en el gobierno… de Michelle Bachelet.

En esta visión yo imagino que la película tiene dos personajes principales: Antonio Banderas y Meryl Streep, como la presidenta. La avant premiere se hace en Hollywood; Banderas camina por la alfombra roja del brazo de su coestrella y, junto a ellos, la ex presidenta del brazo de Barack Obama. Se habla de un Oscar honorario.

Pero la verdad es otra, el presidente en cuyo gobierno se hizo la proeza humana y profesional más grande de la historia de Chile en tiempo de paz es de centroderecha, así es que en la película su personaje es menor, lo encarna un actor especializado en papeles odiosos, que aparece expresando una preocupación de miserable mezquindad. 

Vuelvo a la realidad y ahora recuerdo a Serrat: “Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

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