Por Juan Pablo Garnham, desde Nueva York Julio 30, 2015

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La opción aparecía cada vez que abrías la aplicación de Uber en Nueva York. Además de los distintos modos tradicionales de taxis que se ofrecen, había un modo “De Blasio”. Al pedir un taxi bajo esta posibilidad, aparecían 25 minutos de espera y un mensaje explicando que ésta podía ser la situación si se aprobaba lo que buscaba el alcalde.

El demócrata Bill de Blasio, junto a otros representantes locales, estaban intentando aprobar una ley municipal que buscaba hacer un estudio de la influencia de estos taxis en el tráfico de la ciudad y limitar el crecimiento de estos vehículos por un año. Pero, a pesar de que en teoría tenían los votos para lograrlo, el camino estaba a punto de ponerse muy duro para la administración local.

Lo que siguió fue una demostración de poder de Uber como no se ha visto nunca antes y una lección de lobbyismo y relaciones públicas. La empresa organizó un evento para la prensa en Harlem, donde reunió a políticos y religiosos negros, los que criticaron la medida como un ataque contra las minorías. De acuerdo a ellos, y a las docenas y docenas de comerciales en televisión, avisos en diarios, llamados telefónicos y e-mails a los usuarios, esta ley era un ataque contra los más desaventajados. Por un lado, decía Uber, sus choferes no discriminan: llevan a latinos y afroamericanos en los distritos más alejados de Manhattan, viajeros y destinos que los taxistas tradicionales evitan. Por otra parte, según Uber, se estaba atacando una fuente de trabajo para esas mismas minorías. La empresa dijo que la propuesta evitaría la creación de diez mil empleos.

Mientras tanto, pequeñas grietas se empezaron a formar en el dique de De Blasio. Miembros demócratas del Consejo Municipal, que el alcalde normalmente tiene como aliados, empezaron a manifestar dudas o derechamente retiraron su apoyo. La mayor socia del alcalde, la presidenta del consejo Melissa Mark-Viverito, nunca habló a favor del proyecto y el gobernador del estado, el también demócrata Andrew Cuomo, se alineó con Uber.

A esa altura, los argumentos de De Blasio poco importaron. “Para tener una perspectiva, se sumarían más de 25.000 de estos autos a nuestras calles durante el próximo año”, dijo el alcalde en una columna en el diario Daily News. “Mientras la mayoría de los negocios reconocen el rol de la ciudad en plantear estándares básicos y velar por el interés público, Uber, una compañía de US $40 millones, está lanzando comerciales multimillonarios para tratar de convencer a los neoyorquinos”.

Sin embargo, la retórica de De Blasio no fue suficiente. Uber ya tenía a David Plouffe dirigiendo su plan, uno de los estrategas clave del ascenso de Obama. Uber ya tenía a famosos como Ashton Kutcher, Neil Patrick Harris y Kate Upton tuiteando a su favor. Uber ya tenía a líderes políticos y comunitarios locales de su lado.

“Esencialmente produjeron un manual sobre cómo derrotar a De Blasio”, publicó el medio Capital New York. “Entre sus instrucciones está gastar todo lo que sea necesario para generar una masa crítica de los mejores operadores de la ciudad, explotar las diferencias existentes entre los demócratas, gastar millones en publicidad y correos, y buscar una forma de crear problemas con la base de De Blasio”.

Lo sucedido en Nueva York es quizás la batalla más épica, pero está lejos de ser la única. De acuerdo al Washington Post, Uber tendría al menos 161 lobbyistas en 50 ciudades de Estados Unidos. En California, por ejemplo, Uber tiene más lobbyistas que Walmart y el Bank of America. En Nueva York, la presencia dio resultados claros.

Tarde llegaron las protestas de los taxistas tradicionales. Tarde, también, llegaron las críticas por parte de activistas de minorías al uso comunicacional de afroamericanos y latinos. La alcaldía se vio obligada a negociar. Uber les ayudará con el estudio de tráfico, pero lo del límite de vehículos quedó afuera de la mesa.

Hasta hoy, De Blasio sigue diciendo que seguirán analizando la posibilidad de limitar estos servicios. Pero, la verdad, esas palabras parecen hacer menos ruido que los motores de los taxis de Uber. 

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