Por Sebastián Rivas Julio 9, 2015

Es la favorita y la que todos suponen será al final la nominada para competir por la presidencia de Estados Unidos por los demócratas, pero Hillary Clinton no es la sensación del momento en su partido. El honor le corresponde a un senador independiente de 73 años, Bernie Sanders, un nombre casi desconocido fuera de su país, pero que desde que anunció su candidatura a finales de abril ha batido récords de público en cada estado donde ha aparecido. Los entusiastas han superado las cinco mil personas en pequeñas ciudades de Iowa y New Hampshire, y más de 250 mil personas ya han hecho donaciones a su campaña. Números que asombran pensando que las primarias partirán recién entre enero y febrero de 2016.

Sanders es la estrella brillante en un grupo especial: los políticos que se animaron a competir con Hillary por la nominación demócrata. Si en el Partido Republicano el problema es la multitud de aspirantes –a la fecha van 15, incluido el magnate Donald Trump, en el centro de la polémica por sus declaraciones racistas contra los mexicanos–, al frente el tema es el inverso. Hay apenas cinco nombres: además de Hillary y Sanders, están los ex gobernadores Martin O’Malley y Lincoln Chafee y el ex senador Jim Webb, a la espera de si el vicepresidente Joe Biden decidirá participar. 

O’Malley, Chafee y Webb no superan el 5% en ninguna encuesta. El único movimiento real de una campaña completamente volcada a Hillary ha sido el de Sanders, quien ha impactado entre los sectores más progresistas del electorado con un discurso muy duro contra los abusos de Wall Street y las grandes empresas. El senador, de hecho, es uno de los pocos políticos estadounidenses que se autodeclara “socialista”, palabra que en ese país equivale casi a un extremismo ideológico. Pero su mensaje lo ha llevado a subir en las encuestas, quedando a menos de veinte puntos de Hillary en Iowa y a menos de diez en New Hampshire.

Pintado así, la irrupción de Sanders sonaría como malas noticias para Hillary. Sin embargo, entre los analistas estadounidenses la mirada es otra. Tener contrincantes internos de cierto peso se ve como valioso para repartir la carga ante lo que ya se vaticina como un “todos contra Hillary” por parte de los republicanos. Más aún, el equipo de Hillary ha jugado cartas de manual, reconociendo que Sanders es una amenaza “seria” y que puede ganar algunos estados, más allá de que el senador no tiene tanto arrastre a nivel nacional. 

Los analistas, eso sí, plantean que hay un punto donde Sanders podría complicar a la candidata: obligarla a llevar sus propuestas más hacia la izquierda, perdiendo arraigo entre los votantes independientes y de centro, que no votan a menudo en las primarias pero son claves en la elección general.

En el caso de los otros tres aspirantes, sus juegos son distintos. Webb representa al ala conservadora demócrata; O’Malley y Chafee son cartas con arraigo local en sus estados que quieren dar el salto a ser conocidos a nivel nacional. Mientras Sanders ganará o perderá de acuerdo a cómo influyan sus ideas en la candidatura general, el mejor escenario para los otros candidatos es aprovechar los debates para posicionarse como figuras promisorias o expertos en áreas determinadas. La aspiración podría ser una cartera ministerial en un futuro gobierno, o en el mejor de los casos la vicepresidencia, aun cuando los favoritos para ese puesto son nombres como Julián Castro, el secretario de Vivienda de Barack Obama y quien tiene fuerte arrastre entre el clave voto latino. En cualquier situación, su futuro pasará por cómo se comporten ante Hillary en un camino de primarias que, por más desvíos que tenga, parece muy difícil que no termine con ella en el asiento del conductor.

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