Por Patricio Jara Julio 9, 2015

Motörhead es una banda tan antigua como el propio rock and roll. Por estas fechas los ingleses celebran cuatro décadas de vida y Lemmy Kilmister, su fundador, pronto cumplirá 70 años. Lemmy podría ser el papá y hasta el abuelo de muchos de sus seguidores. Pero más que eso, él y su banda son pieza clave dentro de la mitología del rock, “ésa reservada para los valientes que se han atrevido a desafiar al sol y sobrevivieron”, como escribe Malcom Done, de la revista Kerrang!, en las notas del compilado No Remorse, publicado en 1984, y cuyo vinilo, como se consigna notoriamente, fue prensado en la República Federal de Alemania.

El grupo dio su primer concierto el 20 julio de 1975, pero su líder tiene una prehistoria vinculada con el soul y el rhythm & blues. Además de haber sido roadie de Jimi Hendrix, claro. Así de antiguas son las cosas con estos ingleses, pero siguen ahí, detenidos en el tiempo y dando shows atronadores como el que ofrecieron hace poco en el Movistar Arena ante especímenes de al menos tres generaciones.

Lemmy es Motörhead. De eso no hay duda. Y si algo más queda claro tras leer su autobiografía, publicada recientemente en español, es que la receta del auténtico rock está en que es música simple tocada por tipos complejos. En su caso, por quienes buscan nada más que un sitio donde permanecer al costado del camino, y aspirar a ello sin que los jodan. Así se hizo grande y así se transformó en leyenda, lo cual hasta hoy lo tiene perplejo. “Por todas partes empezaron a salir tipos que se hacían llamar Lemmy, y también cantidad de críos (incluso una chica) bautizados como Lemmy, los pobres desgraciados. Otro tipo le puso a su hijo Kilmister como nombre de pila. Y hay gatos, ratas, perros y hasta putos pájaros bautizados en mi honor”.

Escrita en colaboración con la periodista Janiss Garza, Lemmy. La autobiografía, es un libro divertidísimo, con escenas para reír a carcajadas y rápido como las canciones de Motörhead (que al igual que las de AC/DC parecen ser siempre la misma canción). Más que exhibir una galería de logros, lo importante de sus 300 páginas está en mostrar cómo un músico de su calaña se relaciona, digamos, con la humanidad.

Y entre tanto, entre disco y disco, Lemmy suelta su discurso contra los vegetarianos y contra la industria; explica su fascinación por la Segunda Guerra Mundial y cómo se ha hecho coleccionista de objetos de la época; cuenta lo bonito y lo feo de sus giras alrededor del globo, con shows en antros inmundos y en grandes estadios; las peleas con otras bandas, los malos entendidos con la prensa, y el shock que le provocó radicarse en Los Angeles, donde, quiéralo o no, terminó de convertirse en una celebridad que es respetada desde Metallica hasta Eric Clapton.

Motörhead ha visto pasar el mundo, y aunque en su imaginario es un mundo en permanente guerra, nunca olvida que el verdadero rock es un juego en serio y para toda la vida. 

“Cantidad de individuos me dicen: ‘Antes escuchaba mucho a Motörhead’, dando a entender que, cuando te haces mayor, eso ya no procede. Bueno, me alegro de que me digan eso, porque yo no quiero que ningún adulto escuche mi música. Los adultos son los que lo joden todo”.

Y por supuesto que él no se considera uno de ellos. Lemmy no es un adulto. Lemmy es un viejo. Entre una y otra cosa hay mucha diferencia.

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