Por Felipe Hurtado H. Julio 2, 2015

El currículum de Agustín Lucas no dice mucho. Uruguayo, defensa central, 29 años, 1,87 metros, 80 kilos, inferiores en Miramar, pasos por Montevideo Wanderers, Comunicaciones de Guatemala y Anzoátegui de Venezuela. Se autodefine como un jugador del ascenso, el anti show, como le gusta llamar a la división donde siente el balompié está en su estado más puro. Acaba de subir con Liverpool en el torneo charrúa, pero no sabe si continuará ahí en Primera. Se describe a sí mismo como “lento, buen cabeceador, atento y con buena comunicación con el resto”.

Pero Agustín Lucas no es sólo un jugador de fútbol y es ahí donde dice mucho más. También es escritor, poeta, cronista y un músico que transita por la movida montevideana con la muy urbana y spoken word Hey Mujik!, la banda que tiene con su brother DJ Russo. Su novia de años, Noel Langone, tampoco es la típica pareja de un futbolista: es fotógrafa y artista plástica.

Si en la cancha tiene claras sus características, en las letras le pasa lo mismo: “Soy ágil, bastante pasional y buen lector”. 

Se acomoda en ambas veredas. Es un futbolista escritor o viceversa. Las dos formas van juntas desde hace no sabe cuánto. La pelota estuvo primero, sí, pero cuando sus pasiones tomaron el  mismo derrotero se amalgamaron. En las dos se siente un semiprofesional, a quien lo que más le importa es pasarla bien. 

Si en el planeta fútbol ya ha defendido ocho equipos en cuatro países, en el mundo editorial ha publicado cuatro obras: No todos los dedos son prensiles (2007), Club (2010), Insectario (2014) y  Besala como sabés (2015), junto al chileno Patricio Hidalgo. Para los próximos meses se espera la salida de Lado B, escrita junto al periodista Fermín Méndez. Su dualidad también fue inspiración para un documental que lo muestra en sus dos facetas, llamado Tapones de fierro, nombre que hoy utiliza para su cuenta en Twitter.

Reconoce idolatrías paganas. En la cancha, es su viejo, José Ignacio Lucas, quien nunca fue profesional. En la escritura, tiene en Juan Carlos Onetti a su imagen más famosa, pero se siente más cercano a los amigos que ha ido encontrando en el camino. Con la música, sucede igual.

Queda claro, Agustín Lucas quiere ser muchas cosas. Siempre ha sido así. Estudió para ser profesor, sicólogo y humanidades. No terminó ninguna. No por la incompatibilidad con el fútbol. Tenía la cabeza en otro lado, ha dicho. Para el futuro tiene muchos planes y ninguno a la vez. Espera no tener que decidirse pronto. Aunque no tiene un peso ahorrado, ha vivido bien por 11 años de la pelota y pretende continuar así por un par de temporadas.

“Voy a escribir siempre. O hasta que tenga inspiración. Con DJ Ruso estamos tocando harto y queremos hacerlo un poco afuera de Uruguay. Escribir es difícil, pero es un espacio para vincularme con la economía. Quizás pueda ser técnico. No lo tengo claro”, dice.

Pasó por Chile cuando el caso de Arturo Vidal hervía. Al día siguiente, se puso un gorro de la selección chilena con el número 8 y el apellido del volante. “Cuando se desató todo me sentí un poco indignado, porque un montón de gente le salta el moralismo barato de que todos somos un ejemplo familiar. Pero al jugador se le pone en ese lugar y muchas veces no sabe hacer otra cosa que asumir. Me pareció bastante violento lo que sucedió”.

Lo del “dedo” de Gonzalo Jara a Edinson Cavani lo entiende de cierta forma, pero no lo comparte. “Ha sucedido antes. Recuerdo lo de Valderrama en España. A mí no se me hubiera ocurrido. Una picardía que rompe bastante las pelotas. Pero la hijaputés no es el dedo, es la noción de que el otro pasaba por un momento jodido”, dice respecto del accidente que días antes del partido había protagonizado el padre del delantero y que terminó con un muerto.

Agustín Lucas. Escritor y futbolista uruguayo. El currículum de una rara avis.

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