Por Patricio Jara Junio 25, 2015

Las 700 páginas y casi un kilo de peso que componen Esto lo cambia todo, el último libro de Naomi Klein, son proporcionales a la apuesta de su contenido. No es novedad, desde luego, que la periodista canadiense emprenda investigaciones que se adentran en los llamados “grandes temas planetarios” y a las pocas páginas el lector ya los sienta como asuntos abrumadoramente domésticos. Aquello ha sido así desde No Logo (2000), en el que aborda cómo operan las grandes marcas relacionadas con el consumo y el lujo, hasta el superventas La doctrina del shock (2007), que establece diversas conexiones históricas entre la inestabilidad política de algunas regiones y la imposición de un sistema económico que se nutre de su desorden (de su paralización, de su shock) para anclarse. 

Esta vez la autora dirige su atención, primero, hacia el calentamiento global como consecuencia directa del frenesí capitalista de las últimas décadas y, luego, a las fórmulas que el modelo utiliza para mantener las cosas en su sitio, sin que haya la menor chance de que el escenario pueda mejorar a menos que el cambio sea drástico, decisivo, radical o cualquier otro adjetivo que suele aterrar a los grupos de poder más conservadores, los mismos que ven en el movimiento ecologista un caballo de Troya verde cuya panza está llena de doctrina roja orientada a sabotearlo todo.

Para la investigadora, los tres pilares de la política de esta nueva era son la privatización del sector público, la desregulación del sector privado y la reducción de la presión fiscal a las empresas. Un bloque compacto, sin fisuras, aunque ella no pierde las esperanzas de que si en décadas pasadas las comunidades fueron capaces de modificar sus hábitos en pos del bien común, como en tiempos de las grandes guerras, por qué no hacerlo ahora, cuando el riesgo de un desastre que haga inhabitable la Tierra no distingue bandos.

Naomi Klein es la intelectual más brillante dentro de la izquierda globalizada en lo que va de este siglo. No lo esconde. Escribe y sale a la calle con megáfono, confiada en que el peso de su trabajo, la capacidad para reportear, conseguir fuentes e información reveladora hace rato que le dio una posición de privilegio en las grandes batallas.

Si antes las emprendió contra las políticas empresariales de las marcas deportivas, en Esto lo cambia todo descree de los multimillonarios de corazón verde que levantan campañas para salvar al planeta pues éstas sólo reportan beneficios a sus propios negocios. Y así como los nombra y desenmascara, se interna en su contraparte, Blockadia, el circuito que levanta focos de resistencia contra los proyectos que depredan los suelos, especialmente mineros, y que se activan simultáneamente en lugares tan disímiles como Inglaterra, Grecia, el Ártico y la Región Autónoma de Mongolia. Todos tan radicales que dejan chicas a las protestas ecologistas tradicionales.

Esto lo cambia todo no pierde tiempo en detallar las consecuencias catastróficas del cambio climático. Su objetivo no es promover situaciones tremebundas ni apocalípticas. Eso el lector lo sabe o lo imagina. Para Naomi Klein lo importante es hacerse las preguntas clave y confiar en que la especie aún puede tener una oportunidad sobre la faz de la Tierra. Y si fracasamos, si aquello no es posible, al menos que la caída al precipicio nos pille preparados, con un poquito de dignidad.

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