Por Juan Pablo Garnham, desde Nueva York Junio 18, 2015

La mexicana María Najera vive en una ciudad que parece estar echándola. Bushwick, su barrio en Brooklyn, fue en algún momento enclave latino, pero cada día hay menos taquerías y más cafés y bares con diez tipos de cervezas. Hace unos años, ese contraste llegó hasta la puerta de su edificio. “El dueño vino a decirnos que nos teníamos que mudar”, recuerda Najera, quien comparte su departamento con su marido y dos hijos, pagando a duras penas los US $1.200 mensuales de renta.

Pero fue entonces cuando supo que no la podían echar tan fácilmente. Ahí se enteró que su hogar era uno de los más de un millón de departamentos de renta regulada en Nueva York. Esta norma busca proteger a gente como María en el competitivo mercado de bienes raíces de la ciudad. Establece aumentos máximos en los precios de arriendo en la ciudad para algunos departamentos, y es una de las leyes clave que hacen de  este uno de los mercados de bienes raíces más regulados del mundo. Sin embargo, ni siquiera con esta norma Nueva York se ha salvado de una de las crisis silenciosas más duras que vive: el índice de disponibilidad de vivienda es de apenas un 3,5%. En Estados Unidos, el estándar mínimo es de 5%.

Esta crisis de vivienda asequible fue una de las ideas que enarboló el progresista Bill de Blasio al ganar la alcaldía de Nueva York, luego de veinte años de alcaldes republicanos. De Blasio planteó construir o mantener 200 mil unidades a precios asequibles para la clase trabajadora. Sin embargo, pronto se dio cuenta de lo difícil que sería: desde 2002 se han perdido 330 mil departamentos asequibles.

Estas viviendas se estaban perdiendo, en parte, por la misma forma en que la ley estaba hecha. Primero, si un departamento supera los US$ 2.500, el dueño puede sacarlo de este régimen, cosa que en un mercado tan intenso como Nueva York, donde incluso durante la crisis inmobiliaria no dejaron de subir los precios, sucede casi siempre. Pero, además, los dueños tienen otras formas de forzar el arriendo a aumentar su precio: cada vez que un inquilino deja el lugar, pueden subir el arriendo en un 20%. Es el llamado bono de vacancia. También pueden subir el arriendo si es que hacen mejoras.

Por eso el dueño del departamento de María la estaba intentando sacar. Ya había logrado que todos los otros inquilinos se fueran, pero ella no se fue. Entonces comenzó lo peor. Le cortó la calefacción y el agua caliente en la mitad del invierno, y empezó a remodelar el resto del edificio, dejando los espacios comunes inhabitables.

Estas historias aparecen todas las semanas en la prensa neoyorquina, justo cuando estas leyes debían ser renovadas. Pero De Blasio, pensando en esa meta de 200 mil viviendas, comenzó a presionar al estado de Nueva York no para que se renovaran, sino para que se reformaran, eliminando las reglas que los dueños usan para salir del régimen regulado.

La reforma propuesta por De Blasio, sin embargo, se ha topado con un fenómeno hoy común en Estados Unidos: el punto muerto que se genera en el Congreso estatal, donde el Senado es republicano y la Asamblea es demócrata.

Mientras, estas leyes de renta vencieron el lunes, dejando a dos millones de personas en un limbo legal a la hora que tengan que renovar sus contratos. El miércoles era el último día legislativo en el estado de Nueva York y, al cierre de esta edición, todavía las partes no llegaban a acuerdo al respecto. Los republicanos en el Senado local se oponían a este tipo de normas. El gobernador demócrata Andrew Cuomo había propuesto simplemente renovar la ley, pero sus partidarios en la Asamblea se alinearon con De Blasio, para quien la pura renovación no es suficiente.

En cuanto a María Najera, ha logrado sobrevivir a las presiones de su arrendatario. Ya no la maltrata. "Vino a ofrecerme US$50.000 para que me fuera", cuenta. En cualquier otra ciudad, habría tomado la oferta. En Nueva York, no. "Acá el arriendo, entre tanto, ya ha pasado los US$3.500. Sin estas leyes yo estaría afuera rápido".

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