Por Junio 4, 2015

La semana pasada, pocos conocían a Loretta Lynch, la fiscal nacional de Estados Unidos. Hoy es un astro internacional del fútbol, tras su rol en el destape del caso FIFA, el más complejo y vergonzoso en el que se ha visto envuelta la cuestionada sede mundial del fútbol. Lo más sorprendente de todo: Lynch apenas llevaba poco más de un mes en el cargo cuando dio la luz verde para iniciar la ola de arrestos en Suiza que acaparó portadas en todo el mundo.

Podría decirse que estaba ansiosa por ponerse manos a la obra: el Senado estadounidense se demoró 166 días en confirmarla en su puesto. Y esto no porque hubiese problema alguno con sus credenciales o credibilidad para asumir como la máxima autoridad legal del país, además de brazo derecho de Barack Obama en temas delictuales. El retraso fue netamente político, producto de una nueva mayoría Republicana en el Congreso dispuesta a hacerle la vida imposible al presidente en sus últimos 18 meses en la Casa Blanca.

En vista del obstruccionismo, Lynch -en conjunto con el FBI y autoridades suizas- ya afinaba las piezas de la bomba acusatoria de 164 páginas que presentaría el miércoles pasado, entre las que se encuentran cargos por fraude y corrupción que implican a siete altos dirigentes de la FIFA y a otros ejecutivos con vínculos al negocio del fútbol. 

Pero el caso FIFA es lejos el primer caso de alta envergadura del que participa Lynch. Todo lo que aprendió como fiscal se lo debe a Brooklyn, Nueva York, el distrito donde ejerció como fiscal jefe, primero bajo el mando de Bill Clinton y, más tarde, de Obama. Fue allí donde Lynch -abogada formada en Harvard- encabezó investigaciones de alta complejidad en contra de carteles del narcotráfico, pandillas urbanas y la mafia neoyorquina. En otras palabras, Lynch sabe de crimen organizado. Es por esto que no sorprende que entre los delitos que se le imputa al cartel FIFA se encuentra el de racketeering -parecido a la asociación ilícita, pero lo suficientemente potente para hacer caer a la familia Gambino, a ejecutivos de Wall Street y a políticos de renombre.

La investigación de las redes FIFA continúa; a sólo días de ser reelecto presidente de la organización, Sepp Blatter presentó su renuncia al cargo, a raíz de presuntos vínculos con los acusados y terceros. Es decir, se vienen más anuncios. Y prosigue una investigación paralela sobre el dudoso proceso de adjudicación de los mundiales de Rusia y Qatar. Lynch tiene potentes argumentos a su favor para asegurar la formalización y eventual condena de los implicados; aún le quedan importantes batallas legales por lidiar. Entre ellas se encuentran la extradición a Estados Unidos de los ejecutivos y un posible enfrentamiento con sus abogados defensores sobre si Brooklyn es el foro apropiado para esta disputa.

Aun con todo eso, el caso FIFA es quizás el menos importante en toda la agenda Lynch. Eric Holder, su predecesor en el cargo y primer fiscal nacional afroamericano -Lynch es la primera afroamericana- le encargó seguir con la labor de apaciguar la tensiones raciales que se han apoderado del país desde agosto del año pasado, cuando un policía en Ferguson, Missouri, mató a balazos a un joven afroamericano a plena luz del día y  frente a varios testigos. Esa tragedia se suma a otras en Nueva York, Cleveland y Carolina del Sur -y esa es sólo una lista parcial-, donde smartphones han dejado constancia de la facilidad con que fuerzas del orden acaban con la vida de hombres y mujeres de raza negra.

Instintivamente, Lynch conoce la importancia de continuar el legado de Holder -y por ende, de Obama- y ha impulsado importantes investigaciones a municipios y departamentos policiales con historial de represión racial, forzándolos a que se sometan a ser monitoreados por su cartera y por tribunales. Fue así que en su primera conferencia de prensa como nueva jefa del Departamento de Justicia, anunció un acuerdo con la ciudad de Baltimore, la que ardió a fines de abril tras la muerte del joven Freddie Gray, para iniciar reformas a sus prácticas policiales y un proceso de supervisión judicial. Y días antes de que estallara el caso FIFA, anunció medidas similares en Cleveland, Ohio.

Y aunque técnicamente sólo tiene un año y medio para dejar su marca en Justicia, la esperan otros grandes desafíos por delante: la incumplida promesa de Obama de cerrar la cárcel de Guantánamo, defender en tribunales las políticas migratorias de su jefe, y rehabilitar la imagen del Ejecutivo tras las devastadoras revelaciones de Edward Snowden.

Lo de la FIFA fue sólo un gol de primer tiempo. El tiempo dirá si Lynch sale ganando el partido.

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