Por Mayo 14, 2015

Hay quienes ven a Barack Obama construyendo un legado a través de los acercamientos históricos con Cuba e Irán. Él ha utilizado una metáfora sacada del béisbol para explicar sus decisiones en política exterior. “A veces golpeas singles; otras, dobles y de vez en cuando aciertas con un home run. Pero siempre defendemos el interés del pueblo norteamericano”, dijo hace un año.

Según sus críticos, el problema es que el mandatario utiliza una definición muy estrecha del “interés del pueblo norteamericano”, lo cual ha conducido a una política exterior minimalista que pone en riesgo la seguridad global. Uno de ellos es Bret Stephens, autor de America in retreat, un libro que cuestiona al presidente y al sector que éste representaría dentro del establishment de la política exterior estadounidense: los “neoaislacionistas”.

Stephens -columnista en The Wall Street Journal- se identifica con el bando contrario: los “internacionalistas”.  Dice que Estados Unidos tiene que volver a ser el “policía del mundo”, lo cual no significa que actúe como predicador ni como mártir. “El trabajo policial no es altruismo”, escribe, advirtiendo que Washington debe guiarse por su interés y necesidad. Ello hace recomendable asumir un rol vigilante, “porque no hay nadie más que lo haga y porque los beneficios impactarán positivamente no sólo en quienes protegemos, sino también en nosotros mismos”.

Con la salida de Irak y Afganistán, el escaso interés que demuestra por la guerra civil en Siria, la tímida respuesta ante la ofensiva rusa en Ucrania y un gasto cada vez menor en defensa, Obama ha convertido “la retirada norteamericana en el hecho central de esta década”. Para él y muchos norteamericanos, el mundo representa una distracción muy costosa.

Agotados por las guerras y preocupados por la crisis económica que los afecta desde 2008, los norteamericanos no prestan atención a los asuntos externos. Algunos explican este desinterés afirmando que hoy no existen amenazas foráneas reales, mientras otros señalan que se debe a que Estados Unidos está en decadencia. Según Stephens, en cambio, el país solo está “en retirada” y ésta “no es más que una opción política” que puede ser revertida. 

Obama es el portaestandarte de la “doctrina de la retirada”. El presidente cree que la Casa Blanca debe dedicarse a la reconstrucción interna y postergar las preocupaciones globales. Propone reformas que buscan generar un amplio aparato de bienestar, aumentar el gasto público e imitar el modelo socialdemócrata europeo, donde la defensa nacional ocupa un lugar secundario y la mayor parte del presupuesto se  destina a la protección social. El problema es que el modelo europeo ha descansado en que Washington provea seguridad para el Viejo Continente. Stephens se pregunta quién cumplirá ese papel en “un mundo donde el Tío Sam ha decidido tomar unas vacaciones”.

A falta de Pax Americana, lo que habrá será “un ambiente internacional impredecible y volátil”. Un “nuevo desorden global” donde campean las disputas por la hegemonía, la inestabilidad y los conflictos entre potencias que pretenden ocupar los vacíos causados por la ausencia de EE.UU. Algo de eso ocurre hoy, advierte Stephens, quien propone una solución: que Washington vuelva a liderar. Que actúe como el policía cuando vigila su barrio, con una “presencia visible, que dé confianza a los demás países y sea capaz de prevenir”, fijando prioridades, apagando rápidamente los conflictos y mostrando más acción que palabras. Así, habrá más seguridad para Estados Unidos y el resto del mundo.

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