Por Juan Ignacio Correa, abogado Abril 23, 2015

El jueves de la semana pasada propuse que la actual crisis de confianza ciudadana que afecta a la política chilena se enfrentara con elecciones parlamentarias anticipadas el 2016, que -gracias a la adhesión inmediata que recibió del ex subsecretario DC Jorge Correa- pasó a ser reconocida en las redes sociales bajo el hashtag #EleccionesAnticipadasAhora.

Además, esta proposición suscitó la solidaridad, entre varios, del presidente del PS Camilo Escalona, el diputado PS Osvaldo Andrade y el diputado DC René Saffirio.

A mí me parecieron lógicos los apoyos recibidos, pues la idea fue concebida desde una perspectiva esencialmente republicana, esto es, desde el ángulo de lo que más le conviene al país y no desde la mezquindad política de pregúntame cómo quedo yo y mi sector si esta proposición fructifica.

Esa posición cicatera prevaleció en la reforma electoral recién aprobada, que puso fin al sistema binominal y reordenó las circunscripciones electorales a la pinta de los interesados sin ningún criterio objetivo.

Es un terreno más personal, recibí más de una decena de correos electrónicos, muchos de ellos de personas más bien conservadoras que nunca antes me habían manifestado su apoyo, expresando su total coincidencia con la propuesta formulada.

Pero llegó el domingo en la noche y, en el programa Tolerancia Cero,  mi caja de resonancia, Correa Sutil retiró su adhesión a la idea. Luego, el inefable ministro Peñailillo sentenció que sería irresponsable adelantar las elecciones.

No quiero ser malpensado, pero tampoco pasar por ingenuo. No tengo dudas que estos espontáneos adherentes fueron llamados al orden desde sus sectores, algunos así lo han reconocido, haciéndoles ver que la idea de adelantar las elecciones significaba un riesgo enorme para los actuales parlamentarios, pues lo natural sería que los ciudadanos los castigaran eligiendo a quienes fuesen sus contrincantes electorales. Incluso la presidenta nacional del PRI, Alejandra Bravo, caricaturizó la propuesta como “abiertamente subversiva”.

Si este fuese el riesgo, prevengo que no hay que dejarse llevar por el miedo ancestral que paraliza al gobierno, entre otros. Hay que confiar en las personas y no temer profundizar la democracia: los ciudadanos no serán irracionales e irreflexivos y tampoco elegirán mayoritariamente a los individuos que estén por botar por la borda años de estabilidad política y crecimiento económico.

Al contrario, si no hay elecciones anticipadas, el hartazgo ciudadano se incrementará y ahí quién puede asegurar a qué molino irán a parar las aguas actuales.

No pretendo ser tremebundo. No soy de esos que le tienen pánico al futuro e instan por el statu quo. Pero creo que la sobrevaloración de la gobernabilidad que -en su oportunidad- se arguyó para no aclarar los casos de los Pinocheques y del MOP, y que hoy recela de la idea de anticipar las elecciones, ha devenido en la ideología de la corrupción, la que ya no sólo corroe al poder mismo, sino que se propaga como una metástasis degenerativa a la moral pública de un modo irreversible. ¿Tendrá la presidenta Bachelet y las cúpulas partidistas la voluntad política para mandar al ostracismo político a todos los inculpados, vengan de donde vengan?

Detengamos a tiempo a los cuervos para que Chile no sea un gran panizo. No aceptemos el grito del subastador corrupto: A la chuña, señores; corred todos, que todavía quedan migajas sobre la mesa (como poetizaba Vicente Huidobro). Espero que tengan la decisión y la fuerza política y que así, en el futuro, no haya que sumarse a la furia del poeta y tener que gritar junto a él: ¡Es algo que da náuseas!, y todo ello por no haber querido levantar la voz a tiempo exigiendo: #EleccionesAnticipadasAhora.

Relacionados