Por Felipe Hurtado H. Abril 16, 2015

Años de experiencia en el atletismo nacional le dan a Carlos Moreno una posición radical: “En Chile nunca existirá una persona que rompa el récord (mundial). Ojalá me equivoque. No somos un país con la infraestructura ni el soporte para eso”. Al técnico de Isidora Jiménez, en todo caso, no le gusta ventilar las complicaciones que todos conocen de la actividad. Prefiere enfocarse en los positivos presentes de su pupila y otros jóvenes.

En el último mes cayeron cuatro marcas locales. Jiménez, por partida doble, se confirmó como la chilena más rápida de la historia; Humberto Mansilla demostró su condición de figura promisoria en el lanzamiento del martillo; mientras que Álvaro Cortés terminó con una marca que llevaba 33 años imbatida en el salto triple.

En un año de Mundial y Panamericanos, son buenas noticias. Continúan, además, por la senda de las buenas actuaciones en Londres 2012 de Natalia Ducó (finalista en la bala), Karen Gallardo (60,09 en el disco) y Gonzalo Barroihlet (13º en el decatlón).

Pero esos avances no bastan para siquiera planificar acercarse a los registros planetarios. Lo tienen claro todos los que trabajan ahí. Las razones y carencias son comunes, aunque se reconocen las mejoras de las últimas décadas. Se alega que no existe una política del Estado ni recursos económicos que permitan trabajos de jornada completa, técnicos con dedicación exclusiva, largos períodos de entrenamientos en el extranjero, fondos antes de conseguir resultados, que se apueste más, que se apoye antes de que el talento explote.

En el estado actual, es poco probable que las marcas del atletismo chileno modifiquen su atraso de más de medio siglo.

Jiménez, de 21 años, pasó de 11’’57 a 11’’51 y a 11’’45 en cuatro semanas y se aseguró los Panamericanos de Toronto. Clasificar al Mundial de Beijing requiere de un esfuerzo más (11’’33), lo mismo que para Río 2016, donde sería la tercera chilena que corre el hectómetro en la cita de los anillos y la primera desde Betty Kretschmer en Londres 48.

Su entrenador cree que puede. Tiene marca para estar en 200 metros, su especialidad, y si concreta la meta de rebajarla de 23 segundos (hoy es de 23’’19), confía en que llegará en ambas. Y eso sería un golazo. Prometer más es insensato.

Los avances de la penquista están a distancia de los cronos mundiales. Su tiempo, por ejemplo, habría peleado por ser registro planetario en el primer lustro de los 50. Ni hablar de los 10’’49 de Florence Griffith-Joyner, valla insuperable por 27 años. La que más se ha acercado es Carmelita Jeter, con 10’’64, pero lo común es que el límite vigente sean los 10’’7.

Con 18 años, el futuro de Humberto Mansilla se perfila bien. Tokio 2020 es su primer gran objetivo, para así terminar con una ausencia del martillo nacional que se extiende a Ricardo Bayer, octavo en Amsterdam 1928; el segundo, un lanzamiento de 80 metros. El 21 de marzo dejó el récord de Chile en 71,01, que le hubiese servido para ser el mejor del mundo entre 1962 y 1965. El registro planetario de Yuriy Sedykh de 86,74 le queda lejísimos, aunque no sólo a él: de 1986, es el segundo registro más longevo del atletismo masculino y en este siglo apenas se han acercado a dos metros.

El último en aparecer en la lista es Álvaro Cortés, quien en el pasado Orlando Guaita superó lo que Francisco Pichott hizo en 1982, y logró 16,52 en el salto triple, marca que sería vanguardia hace 60 años y que hoy no le permitiría instalarse en Río 2016. Los mejores brincos de la historia son los del británico Jonathan Edwards, desde 1995, con 18,29.

“Nuestros deportes están atrasados. Ya no es que estemos lejos de Jamaica, Trinidad y Tobago, Estados Unidos o Canadá, sino que Argentina y Perú, ahora con los Panamericanos 2019, también le están poniendo”, analiza Mario Saldías, que reparte su tiempo como técnico de Mansilla y profesor de educación física. “Estamos en pañales respecto del mundo”, remata.

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