Por Sebastián Rivas, desde Chicago Marzo 26, 2015

Bastaron unos minutos para que el anuncio disparara los memes, bromas y recuerdos de frases para el bronce en las redes sociales. El pasado domingo en la noche, el senador republicano por Texas Ted Cruz se convirtió oficialmente en el primer precandidato de cualquiera de los dos partidos “grandes” -Demócrata y Republicano- en lanzar su carrera para la Casa Blanca. Una elección que se hará en 18 meses más, pero que tiene un largo camino de primarias entremedio.

Los sitios estadounidenses de política y entretención, como Mashable, Buzzfeed y Politico, reaccionaron con sus listados de citas emblemáticas de Cruz. “Tenemos que bombardearlos hasta devolverlos a la Edad de Piedra”, dijo hace unos meses sobre el grupo ISIS. “En los años 70, todos hablaban del enfriamiento global como un serio problema, y luego se desvaneció”, planteó en febrero sobre sus dudas por el calentamiento global. “Todo el mundo está incendiándose”, afirmó sobre la política exterior de Obama en un acto en marzo, para, segundos después, ratificarle la idea a una niña de tres años que estaba en el público y que le preguntó, asustada, si eso era verdad.

El senador -nacido en Canadá, hijo de padre cubano- tiene apenas el 5% de las preferencias republicanas, pero el problema es otro. La candidatura de Cruz, cuyos planteamientos sintonizan con el movimiento conservador radical del Tea Party, es para muchos la mejor noticia para Hillary Clinton en el último mes, donde ha estado en el centro de la polémica por el excesivo secreto con que ha manejado sus correos electrónicos de la época en que era Secretaria de Estado, registros que en Estados Unidos son usualmente públicos.

La peor pesadilla para el establishment del Partido Republicano es repetir lo que pasó en 2012. Ese año, Mitt Romney, un candidato que históricamente había defendido posturas moderadas, se enfrentó a un grupo de ocho aspirantes con agendas mucho más a su derecha, con un discurso que pegaba fuerte en estados rurales, pero que eran los primeros en votar.

Peor aún, los candidatos tenían backgrounds dudosos y los debates se viralizaron por errores y frases desafortunadas de los contrincantes. Romney debió radicalizar su discurso, y para cuando aseguró la nominación el daño estaba hecho: la pugna republicana le dio espacio a Obama para fortalecer el siempre necesario voto de centro.

Ese error es algo que reconocen abiertamente. Steve Schmidt, el estratega detrás de la campaña de John McCain de 2008, sentenciaba sin tapujos que esa contienda había sido “el mejor reality show” del país. Un recuerdo: alguna vez las encuestas estuvieron lideradas por Herman Cain, dueño de una cadena de pizzerías que promovía una tasa fija de impuestos -propuesta que él mismo reconoció como inaplicable- y que terminó bajando su postulación luego de que varias mujeres lo denunciaran por acoso sexual.

La esperanza para 2016 era no repetir el error y tener un proceso rápido en torno a un candidato moderado, como Romney o Jeb Bush, para enfrentar al Partido Demócrata y su formidable maquinaria electoral. Más si la rival es la incombustible Hillary. Pero la imagen de Cruz no ayuda: se hizo famoso por hablar en 2013 durante 21 horas seguidas en el Capitolio, sin ir al baño y casi sin comer, para evitar la aprobación de la reforma de salud de Obama -algo que finalmente no consiguió-, haciendo comparaciones con Star Wars, los nazis y la lucha libre.

Romney ya dio un paso al costado, y aunque Jeb Bush ha dado todas las señas de que será el tercer miembro de su familia en postular a la Casa Blanca, su estrategia más centrista en temas como inmigración puede verse en problemas si candidatos como Cruz comienzan a poblar el campo republicano.

El Wall Street Journal, uno de los diarios conservadores por excelencia, reflejó perfectamente la sensación de estos días en su editorial: en medio de un vendaval de críticas a Cruz, sostuvo que su postulación era “un sueño hecho realidad” para Hillary. Y un problema para un partido que no quiere perder otra vez la Casa Blanca.

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