Por Facundo Fernández Barrio Marzo 11, 2015

Tardó una década en lograrlo, pero Mauricio Macri por fin preocupa electoralmente al kirchnerismo. Desde que fundó la alianza PRO en 2005, por primera vez el alcalde de la ciudad de Buenos Aires se proyecta con chances de ganar los comicios presidenciales a fin de año. Con un cóctel de alianzas locales, gestión visible, apoyo del stablishment y marketing político, Macri va convirtiéndose en el primus inter pares de buena parte de la oposición argentina y en un rival cada vez más serio para el oficialismo.

Aunque en la Argentina es difícil imaginar lo que ocurrirá dentro de unos meses, existe consenso entre las consultoras sobre la probabilidad de una segunda vuelta electoral en octubre. En la medida en que se acerque la fecha y el escenario se polarice, los votantes quedarán divididos entre los que respaldan la continuidad del “modelo K”-con o sin correcciones- y los que anhelan un cambio de ciclo político.

Por eso la primera pulseada que debe ganar Macri, de 56 años, es con el candidato presidencial opositor Sergio Massa, con quien disputa el liderazgo del antikirchnerismo. Las últimas encuestas de marzo, posteriores a la muerte del fiscal Alberto Nisman, ubican al alcalde porteño por encima del diputado peronista disidente. Pero esa es sólo la “foto” de los sondeos, que bien podría cambiar el próximo mes. Más sugerente resulta mirar la “película” de la intención de voto, en la que se observa que Macri es el candidato que más creció de forma sostenida en el último año.

Un síntoma del envión que tomó su candidatura es la incipiente fuga de dirigentes locales y provinciales desde el massismo hacia el macrismo, como el ex gobernador santafecino Carlos Reutemann y los intendentes bonaerenses Gustavo Posse y Jesús Cariglino, entre otros. Macri también consiguió acercar a la diputada Elisa Carrió, quien una vez más pateó el tablero opositor y anunció que competirá en las primarias con el jefe de gobierno porteño. Y no se descarta que su compañero de fórmula presidencial provenga de la centenaria Unión Cívica Radical (UCR), relegada a un papel electoral de reparto.

Macri también corre con la ventaja de disponer del aparato de difusión del Estado. En eso se diferencia de Massa y se parece al gobernador bonaerense Daniel Scioli, el candidato más fuerte del abanico kirchnerista. Dos períodos de gobierno en la Ciudad de Buenos Aires le sirvieron como vitrina para mostrar al resto del país la marca PRO. Todo bajo la dirección y el consejo del gurú de imagen ecuatoriano Jaime Durán Barba, estratega de marketing del macrismo desde hace años y con vasta experiencia en campañas en la región.

El propio kirchnerismo empieza a ver a Macri como un rival peligroso. Durante su segundo mandato, Cristina Kirchner lo escogió como su contendiente predilecto, bajo la teoría de que era preferible polarizar con el líder opositor más distinto posible al gobierno. Ahora, mientras CFK se concentra en mantener abroquelado al núcleo duro K, Macri crece como la esperanza de un sector de la población cada vez más dispuesto a votar a cualquiera con chances de ganarle al oficialismo. Al mismo tiempo, no sólo tiene excelentes relaciones con el stablishment empresarial argentino, sino que es uno de sus más prominentes miembros.

Luego de la masiva marcha opositora del 18 de febrero tras la muerte de Nisman, el periodista y autor Horacio Verbitsky, uno de los analistas políticos más escuchados por el gobierno, escribió sobre “la presentación de una nueva derecha política que, además de capacidad electoral en algunos distritos, comienza a desarrollar aptitud para la movilización callejera”. Si el ex presidente de Boca Juniors logra acomodarse como la cabeza de ese espectro opositor y ampliarlo, por primera vez en el último siglo una tercera fuerza política -fuera del peronismo y el radicalismo- podría alcanzar el poder.  A diferencia de 2007 y 2011, cuando amagó con disputar la presidencia y luego se bajó por los pronósticos de las encuestadoras, esta vez Mauricio Macri juega en serio.

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