Por Diego Zúñiga, autor de "Soy de Católica" Febrero 12, 2015

Fueron 20 minutos de una intensidad hermosa y deslumbrante; desde que Palestino hizo el primer gol -minuto 19- hasta que Álvaro Ramos consiguió empatar -minuto 40-: atacar y atacar y atacar, recuperar la pelota rápido, allá arriba, en el área de Palestino, recuperar e ir adelante, distribuir el juego hacia las bandas, abrir la cancha, encarar, rápido, arriba, no bajar los brazos, no bajar la intensidad, todo como si fuera una jam session inacabable, aunque ahí no había ninguna improvisación, ahí estaba, en toda su plenitud, el trabajo de Mario Salas y sus jugadores, la nueva versión de Universidad Católica.

El mismo equipo que el semestre pasado estaba prácticamente en el suelo, el fin de semana pasado era otro: una máquina rabiosa, intensa, llena de una mística que no se veía desde hace muchos años en San Carlos de Apoquindo, aquella sensación inefable de ver a tu equipo y tener algunas certezas: saber que caerá el gol, y que si no cae, no importa, porque ya caerá en el próximo partido, pues sabes que están dejándolo todo en la cancha y que nada ha sido dejado al azar. Una sensación que los hinchas de Católica habíamos olvidado: el placer de ver a tu equipo jugar bien al fútbol. Recuperar la autoestima. Disfrutar.

Uno disfruta viendo jugar a esta Católica de la era Mario Salas, y eso es algo que echábamos de menos. Por eso se ha llenado el estadio en los últimos partidos de local. Porque el equipo se volvió a conectar con los hinchas. Porque el fútbol de Salas no sólo parece ser más moderno que el de los cuerpos técnicos anteriores, sino porque se nota que es alguien que entiende el fútbol desde la intensidad, el no dejar de correr en todo momento, marcar y desmarcarse. El vértigo.

Bielsa dijo alguna vez: “Yo siempre les digo a los muchachos que el fútbol para nosotros es movimiento, desplazamiento. Que hay que estar siempre corriendo. A cualquier jugador, y en cualquier circunstancia, le encuentro un motivo para estar corriendo. En el fútbol no existe circunstancia alguna, escuchame bien, no existe motivo alguno para que un jugador esté parado en la cancha”.

Ésa ha sido, en gran parte, la Católica que hemos visto en estos meses desde que asumió Salas: una Católica que corre y que no da por perdida ninguna pelota. Una Católica que cree en su forma de juego, en el trabajo de la semana, en que ese vértigo traerá, tarde o temprano, resultados.

Viendo jugar a Católica el domingo pasado me acordé de los equipos de Bielsa y de Sampaoli, también. Es cierto que son estilos distintos y faltan muchísimas cosas por corregir, pero la sensación de goce es muy similar. También es cierto que no hemos ganado nada todavía y que hay que tener plena consciencia de que este equipo recién se está armando, por lo que salir campeones de inmediato es otra historia. Creo que es importante eso: tener claridad que esto es un proceso y como tal, deben respetarse los tiempos y las transiciones y los ajustes. No hubo una pretemporada tan larga, sólo se podían contratar tres refuerzos y el trabajo físico es algo en el que quedan dudas, pensando sobre todo en la exigencia que requiere este nuevo planteamiento táctico. Pero ya está. Vamos al estadio porque nos gusta ver cómo funciona la orquesta de Salas, cómo logró recuperar a un puñado de jugadores que parecían estar muy abajo y que hoy transmiten alegría, concentración y placer. No es que sean libres en la cancha, es que tienen claro que si trabajan en equipo se pueden conseguir resultados. Vamos al estadio para ver cómo se ha recuperado Mark González, cómo Erick Pulgar se va convirtiendo partido a partido en un jugador imprescindible y sorprendente, cómo Salas ha sido capaz de convencer a los jugadores del talento que tienen, como lo vimos el fin de semana pasado con Claudio Sepúlveda y Álvaro Ramos. 

Aún no hemos ganado nada, es cierto, pero eso lo podremos exigir después. Lo mejor, ahora, es disfrutar el renacer de este equipo, porque como decía Bielsa, “el éxito es sólo una excepción que ocurre de vez en cuando”. Si seguimos así, no hay dudas de que llegará esa excepción.

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