Por Patricio Jara Febrero 5, 2015

Este 2015 se cumplen veinte años de tantas cosas que hasta el extravagante Marilyn Manson parece viejo y merecedor de alguna efeméride. En su caso, el tiempo hace que lo alguna vez escandaloso de su propuesta, con sus performances llenas de artificio y provocación, hoy se dibuje en la memoria como un recuerdo cargado de nostalgia, similar a cuando éramos chicos y subir al Tren Fantasma en algún parque de diversiones en la playa parecía, de verdad, una experiencia inquietante.

Si bien entonces no era un debutante, Marilyn Manson despuntó para el gran público en 1995 gracias a su versión de “Sweet Dreams (Are Made Of This)” de Eurythmics, incluida dentro del disco Smells Like Children. Un cover muy bien hecho, pesado, por momentos pesadísimo, y que tuvo una saludable rotación radial. Con el videoclip, en cambio, no se pudo decir lo mismo. Paradojalmente, tanto como reforzar el interés, muchos quedaron pasmados, pues los casi cinco minutos de canción eran un incesante despliegue de fierros oxidados, vendajes sucios, rostros cadavéricos, lencería, larvas, coleópteros y raquitismo, además de la fascinación por la ortopedia, coronada, hacia el final, por el propio vocalista cabalgando un cerdo tan grande como un hipopótamo.

A diferencia del inglés, no existe en español una palabra tan precisa como grotesquery, capaz de englobar en un solo término un conjunto de actos o dichos de similar condición provenientes de una misma persona o lugar. Y aquello calza muy bien para lo que significó la irrupción de Marilyn Manson y su banda en ese momento: con la caída del grunge y el letargo del heavy metal, probablemente fue el último intento del rock and roll por ofrecer algo más o menos nuevo.

Musicalmente, lo suyo tuvo raíz en el género industrial, pero luego de una decena de discos publicados, entre los cuales Antichrist Superstar (1996) y Mechanical Animals (1998) son los más exitosos, Mr. Manson cambió el rumbo hacia la exuberancia del glam y luego a sonidos cada vez más artificiales. Así lo confirma The Pale Emperor, su nuevo álbum, publicado a mediados de enero de este año. Definitivamente, los riffs y las melodías ruidosas y saturadas de antaño han sido reemplazados por máquinas limpias y amables.

Sin embargo, Marilyn Manson nunca ha claudicado en su intención de llegar (y espantar) al público masivo. Mal que mal, estudió periodismo, sabe de la repercusión de su figura en los medios y por lo tanto su negocio ha sido mantener vivo al personaje, un remedo de algo monstruoso, para algunos incluso un bufón, pero con el crédito de haber hecho un par de canciones, aunque clavadas a una época, imposibles de no reconocer pese a los años. Tampoco cesa en su crítica al mismo entorno del cual es parte y que le ha servido para sustentar su trayectoria como músico, actor, escritor, pintor, guionista y director de cine. Un factótum infernal, único e irrepetible.

En una entrevista publicada por el mismo tiempo en que horrorizó a muchos con “Sweet Dreams”, el cantante declaraba que la explicación de su estética estaba en que provenía de una familia norteamericana disfuncional. Es decir, sus padres aún estaban casados. Al periodista aquella frase le pareció un buen chiste. Pero Mr. Manson no se rió. Hablaba en serio.

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