Por Enero 29, 2015

Para la mayoría de nosotros parece un dato que la emisión de dinero es privativa de los bancos centrales. O que transferir dinero requiere intermediarios. La tecnología actual podría desafiar esas premisas. Es la apuesta de Bitcoin, la primera criptomoneda digital descentralizada. Creada en 2008 por un desconocido de seudónimo Satoshi Nakamoto, hoy existen 13,5 millones de Bitcoins con un valor agregado de US$ 3.100 millones. Un monto modesto (apenas el doble de la base monetaria de Paraguay) pero en aumento. Tanto es así que hace pocos días la empresa Coinbase Inc. lanzó el primer mercado regulado de Bitcoins en EE.UU. y entre cuyos financistas figura el New York Stock Exchange.

El Bitcoin es una moneda virtual consistente en una serie encriptada de números. Tal como el ADN en los seres vivos, esta define una estructura única e infalsificable en cada Bitcoin. A través de monederos electrónicos la serie viaja de persona a persona (P2P) por la web, en forma análoga a como nuestros mails, también sucesiones únicas de bits, transmiten nuestros mensajes.

Para entender por qué algo así podría ser dinero, es útil ver al dinero como una convención. Una que permite expresar los precios relativos de los bienes en una unidad común y que, sobre todo, es valorada por sus usuarios como medio de intercambio. Mientras más ampliamente aceptada sea esta convención, mayor será su valor como medio de intercambio y su capacidad de transformarse en dinero.

El punto clave es que lo convenido, perfectamente puede ser subjetivo. Basta que todos así lo acuerden. La web y sus inmensas externalidades de red ofrece una plataforma histórica para crear a bajo costo una masiva comunidad que convenga una moneda tan subjetiva como el Bitcoin: inmaterial, sin valor intrínseco y sin siquiera estar anclada a una unidad de cuenta (dólar, peso, etc.).

Estas son diferencias centrales respecto a episodios históricos de emisión privada descentralizada en países como Escocia (1716-1844), Estados Unidos (1837-61), Canadá (1867-1914), Suecia (1831-97), Suiza (1826-1907) o nuestro Chile (1860-98). En ese entonces los billetes emitidos por bancos privados debían ser convertibles en un activo con valor intrínseco (ej. oro) y la unidad de cuenta era la moneda nacional. En Bitcoin todo es virtual.

La fabricación de Bitcoins es digna de un juego de video. Sus protagonistas son “mineros” del ciberespacio. Validan las transacciones, evitan su duplicación y reciben 25 nuevos Bitcoins (US$ 6.200 al tipo de cambio actual) cada vez que son los primeros en resolver sofisticados problemas matemáticos que se complejizan exponencialmente en el tiempo.  Este proceso asegura un crecimiento estable de la base monetaria hasta llegar a un techo definido de 21 millones.

El ingenioso proceso ataca un problema importante: el riesgo de inflación. Pero crea otro que es la principal debilidad del Bitcoin: la extrema volatilidad de su precio. Con una oferta acotada, éste salta con los vaivenes de una demanda virtual gigantesca. Hace dos años un Bitcoin valía US$ 20, casi US$ 1.000 un año más tarde y US$ 225 actualmente. A ello se suman casos de Bitcoins robados por hackers o su uso en actividades delictuales dada su intrazabilidad.

En 1974, el Nobel de economía F.A. Hayek, publicó un libro provocador:  Desnacionalización del dinero. No sólo abogaba por la emisión privada y competitiva de dinero,  también imaginaba una moneda que no requería respaldo ni unidad de cuenta nacional. Lo que en su momento parecía una rareza teórica, hoy, a través del Bitcoin u otras criptomonedas, quizás esté más cerca de transformarse en realidad.

Relacionados