Por Juan Pablo Garnham, desde Nueva York Diciembre 18, 2014

“Yo tengo una teoría de quién fue el asesino”, dice una chica de unos treinta años. Es la medianoche en una oficina de Nueva York y ya quedan pocas luces encendidas. Pero la chica y un compañero de trabajo siguen conversando sin parar. Obsesivamente. Con ese entusiasmo algo maniático que causan pocas cosas hoy en día. Eso quizás provocó la primera temporada de Lost. O quizás una película de la que ya no me acuerdo. “Yo creo que fue Jay el que la mató”, dice ella y sigue explicando su teoría casi sin respirar.

Están hablando de una historia que ya no debería ser historia, de un crimen que sucedió hace más de diez años. En 1999, Hae Min Lee, una estudiante 17 años, desapareció en Baltimore. Nunca volvió a su hogar después de clases. Un mes después, su cuerpo fue encontrado en un parque y su ex novio, Adnan Syed, fue arrestado por el crimen. Syed era un adolescente fuera de lo normal, pero para bien: de buenas notas, deportista destacado, querido por casi todos en la escuela. Pero eso no lo salvó: el jurado, al ver la evidencia, lo condenó casi inmediatamente.

¿Por qué una historia de crónica roja que ya duerme en los archivos puede generar la pasión que ha creado el crimen de Hae? La culpa la tiene un podcast, un programa de radio que no se transmite en estaciones de radio convencionales. Se llama Serial y ya ha sido descargado gratuitamente más de cinco millones de veces. Es el podcast más escuchado de la historia y este jueves terminó su primera temporada.

La idea surgió de los periodistas del programa de radio This American Life, uno de los podcasts más premiados de la radio pública estadounidense. Ellos ya habían jugado bastante con los formatos: habían transformado sus historias periodísticas en shows en vivo, obras de teatro y musicales. Ahora iban por más. “Queríamos dar la misma experiencia que te llevas de una gran serie de HBO o Netflix”, explicó el creador de This American Life, Ira Glass, “donde te enganchas con los personajes y con los hechos que se van desenvolviendo semana tras semana, pero con una historia verdadera y sin imágenes. Como House of Cards, pero lo puedes disfrutar mientras manejas”.

El resultado fue exitoso desde el primer episodio. Sarah Koenig, la productora de la historia, hace una investigación periodística impecable, pero eso no es lo único que genera esta hambre por seguir escuchando. Es la forma, el texto, la estructura, la que nos va haciendo descubrir que en este crimen hay más de lo que parecía haber. En un capítulo dudamos de la culpabilidad de Adnan; en el otro estamos seguros de que él fue. Y, de paso, vamos generando una relación casi personal con Hay, con el mismo Adnan, con Jay e incluso con Sarah Koenig, quien intenta descubrir qué pasó realmente.

La fiebre de Serial ha implicado cientos de artículos, aplausos de medios como The New Yorker y The Guardian, entrevistas en programas de televisión, parodias y hasta un podcast sobre el podcast, donde fanáticos analizan hasta la última palabra. Ha sido tanto que, para tener una segunda temporada, los creadores decidieron pedir donaciones a la audiencia y en sólo una semana consiguieron el financiamiento.

Pero detrás de Serial hay más que otra buena historia contada en entregas. Puede parecer difícil de entenderlo en un país como Chile, donde la radio es casi sólo noticias, música, opinión y deportes, pero los podcasts revelan algo único: el poder de las buenas historias susurradas en tu oído.  Esto ha pasado desapercibido para muchos. Creados hace más de diez años, este formato se ha demorado en consolidarse como medio en el mainstream. El Wall Street Journal, al hacer un artículo alabando a Serial, se refirió a los podcasts como un mundo “somnoliento”, cosa que está lejos de ser cierta. Eso es un juicio tan arbitrario como decir que internet es aburrido. Las mejores historias de ciencia de los últimos años han sido contadas por el programa Radiolab; This American Life lleva más de una década emocionando a sus auditores; y podcasts de comedia como The Bugle son muchas veces mejores que The Daily Show o Saturday Night Live. Es un universo de contenido, enorme y diverso, con muchos programas olvidables, pero con cientos de joyas para descubrir. Como el comiquísimo programa de fútbol Men in Blazers, que saltó a la televisión en Estados Unidos recientemente. Es cierto, en español hay menos variedad, pero aun así hay grandes trabajos, como el que hace Radio Ambulante, podcast creado por el escritor peruano Daniel Alarcón, que reúne la mejor no ficción latinoamericana.

Quizás la clave está en esa intimidad que genera la voz. Algo pasa ahí que mezcla la subjetividad de leer un libro con la emoción de lo audiovisual. “De alguna manera, estoy pintando algo pero yo no soy el que sostiene el pincel”, explicó Jad Abumrad, creador de Radiolab, “tú tienes el pincel. Es un acto profundo de coautoría y en eso hay potencial para la empatía”.

Serial ha combinado esas características con el mejor periodismo de investigación y se ha transformado en una especie de droga de entrada para otros programas. Y, de paso, ha solucionado ese  problema que los podcasts parecen tener en su génesis, en su nombre. Suenan a algo complicado, con este nombre inentendible y poco sexy. ¿Y tengo que bajar una aplicación? ¿O lo veo en la web? Mejor prefiero leer un libro en el metro. Eso es quizás el mayor aporte de Serial a este mundo. Ha hecho que muchos se atrevan, se den cuenta de que es una forma práctica y sencilla de consumir historias de calidad. De reír, de informarse, de emocionarse, de generar comunidad. Y también de obsesionarnos con un crimen que, al parecer, habíamos dado por cerrado.

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