Por Marcela Escobar Diciembre 4, 2014

Resulta evidente (debiera serlo) que una política pública responde a las necesidades de los gobernados. Así lo entendió Narendra Modi, primer ministro de India. Desde que asumió, en mayo, se ha empeñado en un propósito que tiene muchísimo de idiosincrasia, bastante de espiritualidad y  otro tanto de sentido común: Modi quiere yoga para todos. Y con ese plan pretende conquistar el mundo.

Luego de décadas en que no funcionó, el primer ministro relanzó en noviembre la secretaría de Estado AYUSH, sigla que aglutina los nombres de ayurveda, yoga, unani, siddha y homeopatía. Un ministerio dedicado al yoga y a las medicinas tradicionales de la India que le servirá a Modi, por cierto, para difundir todavía más los sistemas de salud de su nación. ¿Una buena estrategia? Sí, y también un buen negocio.

A la par con este fortalecimiento institucional, Narendra Modi busca que los beneficios del yoga sean reconocidos a nivel mundial. Fue por eso que en septiembre, al intervenir frente a la asamblea general de Naciones Unidas, arengó por la creación de un Día Internacional del Yoga. “No debe ser sólo un ejercicio”, dijo, “sino que debe ser un medio para conectar con el mundo y la naturaleza”.

Narendra Modi se atrevió, incluso, a afirmar que el yoga puede ayudarnos con el cambio climático.

A sus 63 años, el primer ministro practica la disciplina con rigor, a diario y durante una hora. Lo hace temprano, apenas se levanta, a las 4.30 de la mañana. Modi milita en el partido nacionalista Bharatiya Janata, el que derrocó al colectivo que lidera la familia Gandhi, el Partido del Congreso. Por primera vez en tres décadas, un conglomerado indio ganó las elecciones con mayoría absoluta.

Pese a los votos y a su sintonía con la práctica yogui, el político es mirado en su país con recelo. Se trata de un ultranacionalista de derecha que ejerce el liderazgo de manera enérgica, dura a ratos, incluso autoritaria. Tiene su visión puesta en el desarrollo y en los negocios, y ha pregonado que adoptará fuertes medidas contra quienes resulten culpables de acciones terroristas, flagelo que estremece a India desde su origen. Sobre su espalda pesa el recuerdo de la matanza en Gujarat, el estado que Modi gobernaba en 2002. Allí, una escalada de violencia causada por el incendio de un tren repleto de peregrinos hindúes, terminó con más de mil muertos, la mayoría de ellos musulmanes indios.

Pero en mayo, cuando Narendra Modi asumió el poder, uno de los jefes de gobierno que asistió a la toma de posesión del mando fue justamente Nawaz Sharif, primer ministro de Pakistán, país mayoritariamente musulmán con el que la India ha peleado tres guerras desde que se separaron de la colonia británica y con quien mantiene conflictivas relaciones.

La visita de Sharif es otra muestra de que Modi es, ante todo, un diplomático con muñeca. Por eso no extraña que Barack Obama y la Unión Europea vean sus propuestas de yoga para todos con beneplácito. Detrás de aquello que parece apenas una elegía a la espiritualidad y comunión entre el cuerpo y la mente, hay mucho más: un líder que construye políticas públicas con las artimañas de la diplomacia.

En Chile, en tanto, instituciones como el Ministerio del Deporte se ven siempre opacadas por aquella obsesión nacional, tan inmediata, que es el fútbol, si bien el running también ha ganado terreno y adeptos. Nadie se aventura -menos desde el gobierno- a proponer una secretaría ministerial para estos u otros deportes. Será, quizás, porque se los sigue mirando como disciplinas que se practican por ocio, en vez de valorarlas como un instrumento para colonizar cuerpos y mentes.

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