Por Francisco Sagredo Noviembre 20, 2014

Ante la Celeste, Chile confirmó su identidad ofensiva, manejó la pelota, impuso su despliegue y ratificó que hoy muy pocas selecciones le pueden disputar el control del partido a la escuadra liderada por Alexis Sánchez.

El propio técnico uruguayo, Óscar Washington Tabárez, reconoció tras el duelo que “Chile tiene mucho rodaje, un funcionamiento muy superior y con un gran automatismo en su juego”. Explicó, luego, que “por eso nos planteamos ser sólidos defensivamente y explotar nuestro contragolpe ante un rival que juega muy bien”. El plan le funcionó al dedillo al “Maestro” y a pesar del dominio chileno, Uruguay tuvo varias chances en el arco de Claudio Bravo y durante largos pasajes transformó en inútil y poco efectiva la rápida circulación de pelota del local.

Los elogios de Tabárez no sólo confirman las características que consolidó la Roja este 2014, también anticipan lo que será el planteamiento de los rivales que enfrentará la selección en la Copa América del próximo año. Porque a sus virtudes futbolísticas, Chile sumará la condición de anfitrión en el torneo que se inicia en junio, es decir, y tal como hizo Uruguay en el Monumental, Sampaoli deberá enfrentar adversarios que plantearán los partidos de chico a grande, esperando agazapados en su propio campo, cerrando espacios y apostando al contragolpe cuando el desorden defensivo regale espacios generosos en la zaga roja.

El 1-2 ante los charrúas volvió a constatar el nivel superior y la contundencia goleadora de Sánchez, el manejo de Marcelo Díaz, la calidad y el ida y vuelta constante de Arturo Vidal y Charles Aránguiz, la movilidad y cercanía al gol de Eduardo Vargas y la seguridad de Bravo. Sin embargo, en la derrota que cerró la temporada, aparecieron también las dudas en el fondo, los problemas en el juego aéreo, la incapacidad de explotar las bandas cuando el rival las protege solventemente, y la sensación de que no basta con jugar bien y ser protagonista para derrotar a rivales de fuste con un alto nivel competitivo.

El próximo 24 de noviembre, el sorteo que se realizará en Viña del Mar, determinará los rivales que tendrá Chile en la fase de grupos de la Copa América y los posteriores cruces entre las selecciones que vayan avanzando de ronda.

Aprovechando la condición de dueño de casa, la ANFP colocó a Chile como cabeza de serie, lo que inmediatamente lo exime de enfrentar a los otros sembrados, Brasil y Argentina, en primera fase. El azar definirá al resto de los rivales del grupo y el desarrollo de los duelos irá armando las llaves desde los cuartos de final.

Pero más allá del azar, Sampaoli sabe que si quiere pelear el título continental, la Roja deberá derrotar a “rivales de fuste y alto nivel competitivo”, es decir, combinados de la talla de Uruguay, por ejemplo, el mismo que lo acaba de derrotar.

A pesar de que el revés ante la Celeste fue apenas la tercera derrota en los 14 duelos que jugó la selección este año, el registro arroja un dato que debe servir para aquilatar las dificultades que encontrará Chile el próximo año en el certamen que organizará: los tres rivales que vencieron este año a nuestra selección están mejor ubicados que la Roja (13º) en el ranking FIFA (Alemania 1º, Holanda 5º y Uruguay 8º).

¿Qué tiene que ver ese dato con la Copa América? Mucho, porque si uno revisa los principales candidatos, en el papel al menos, en la lucha por el título de Chile 2015, todos los favoritos están mejor ubicados que la Selección Chilena en el escalafón mundial: Argentina (2º), Colombia (3º), Brasil (6º) y el propio Uruguay (8º) .

Es cierto que la Roja mostró un rendimiento de casi el 65% este año, ganando ocho veces, empatando tres y cayendo sólo en tres oportunidades. Pero los números muestran también que, salvo ante España en el Mundial, Chile nunca pudo derrotar a un rival mejor ubicado en el escalafón planetario.

Y será precisamente ante ese tipo de adversarios ante quienes el local debería disputar el título de la Copa América 2015.

Es en esa coyuntura donde Sampaoli debe encontrar las fórmulas para que el equipo dé el salto de calidad definitivo no sólo en materia de volumen de juego y personalidad, sino también en el ítem de los resultados. Porque si hay algo que dejó esta temporada, sobre todo tras el paso por la Copa del Mundo, es una sensación de gusto a poco.

Tanto en el plantel nacional como en el medio futbolístico parece unánime el pensamiento de que se está muy cerca de hacer historia, pero que hasta el momento esta notable generación de jugadores está al debe a la hora de conseguir algo importante.

Los números de la Roja en el cierre de esta temporada no hacen más que confirmar el crecimiento competitivo que ha tenido nuestra selección. Su rendimiento,  el respeto de la crítica internacional y la capacidad de pararse de igual a igual ante cualquiera son activos que Sampaoli y sus dirigidos se han ganado con propiedad.

Pero esos mismos números de la temporada que termina demuestran que Chile, a la luz de las derrotas ante selecciones mejor rankeadas en el listado FIFA, aún no logra consolidar ante rivales de real jerarquía los evidentes progresos en su competitividad.

Y el próximo año, en el gran desafío de la Copa América, será precisamente ante ese tipo de adversarios que se deberá demostrar que esta generación está para algo más que dejar un buen sabor en el paladar del hincha y de la crítica.

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