Por Valeria Bastías Noviembre 20, 2014

Pudo haber celebraciones y palabras de elogio, pero en cambio, sólo hubo amenazas y críticas. El miércoles de esta semana se cumplieron dos años desde que el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia comenzaron  a negociar la paz en la capital cubana, tras cincuenta años de enfrentamiento armado.  Y pese a que se está negociando en medio del conflicto, quienes apoyan el proceso no esperaban aquella acción que fragmentó el diálogo: la captura del general Rubén Darío Alzate y de otros dos funcionarios del gobierno por parte del grupo guerrillero. Por eso fue que, lejos  de destacar los avances, el mandatario colombiano decidió suspender las actividades en La Habana.  Ha sido la mayor crisis hasta el momento, y un nuevo argumento para que quienes rechazan el proceso lo sigan criticando. El ex presidente Álvaro Uribe, férreo opositor del diálogo, fue unos de los primeros en publicar la noticia del secuestro en su cuenta de Twitter.

Más allá de la reprochable acción de las FARC, lo que sigue podría ser una lección de la que debería salir fortalecido el proceso mismo. Así lo cree Gonzalo Sánchez, director del Centro de Memoria Histórica de Colombia y coautor del  informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad. “El proceso ha sido tan sólidamente construido que esto no debiese afectar su continuidad”, dice Sánchez, quien estuvo en Chile esta semana, como orador principal de la Cátedra de la Memoria 2014 -organizada por  la UDP y el Museo de la Memoria y los DDHH-. “Para mí es una especie de cañonazo, una manera de decirles que el proceso de negociaciones no estaba totalmente ganado, que hay que movilizarse para defenderlo”.

Colombia, que vive bajo el temor latente de que las FARC consigan ventaja estratégica si se suspenden las operaciones militares, tiene la oportunidad de sumar  fuerzas para un proceso que como nunca antes ha ido reconociendo a sus actores y víctimas. “Las fallidas negociaciones anteriores están grabadas por sobre la búsqueda de la paz, pero rompiendo los cánones de lo experimentado en otros países en conflicto. La confrontación armada discurre hoy en paralelo con una creciente manifestación de memoria y reclamos públicos de justicia y reparación. Ésa es la respuesta militante a la cotidianeidad de la guerra”, asegura el experto.

De ahí que es posible que la tensión generada esta semana sea un nuevo empuje de lucha. Y de ahí también,  que la memoria colombiana se esté convirtiendo en una experiencia de rebeldía frente a la violencia y a la impunidad en medio del conflicto.

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