Por Magdalena Aninat Noviembre 20, 2014

Gayo Mecenas, el más célebre de los donantes romanos, era fuente de apoyo para los poetas Virgilio y Horacio, y a la vez ejercía como consejero político del emperador César Augusto. Quizá en forma fortuita, hoy el mecenas francés Bernard Arnault, presidente de LMVH, también ha generado una influencia política con su nuevo museo abierto en el corazón de París. No sólo porque haya construido un edificio de vanguardia, una serie de naves de cristal diseñadas por el arquitecto Frank Gehry, o por la cuantiosa inversión realizada, que superó los 100 millones de euros. Lo que marca un hito en el caso de la Fundación Louis Vuitton, es que en los ocho años que demoró su construcción impulsó a la clase política a apoyar explícitamente el mecenazgo privado, en un país que ha sido ícono en la creación de un modelo público en el sistema de financiamiento y regulación de la cultura.

Fue la oposición de un grupo de ciudadanos a que el museo se emplazara en el parque Bois de Boulogne lo que impulsó primero al municipio de París a ajustar el plan regulador y luego al Parlamento francés a aprobar una ley -ratificada después por el Consejo Constitucional-,  que permitió continuar la obra, en reconocimiento a su “interés público”. Los legisladores sabían que, junto con el acuerdo del terreno cedido por el municipio a la Fundación, estaba el compromiso de que pasados 55 años, el museo pasaría a ser propiedad de la ciudad. Este factor, sumado a las estrecheces presupuestarias del erario público y el creciente aporte de los mecenas en distintas ciudades del mundo, son las razones con que se explica el reciente interés por promover donaciones privadas en el ámbito cultural.

¿Y en Chile? ¿cuánto de esa decisión política existe acá? Históricamente, las donaciones de colecciones e infraestructura han sido claves en la conformación de nuestro panorama cultural: desde la colección del Museo de Bellas Artes, la Pinacoteca de Concepción, el Museo Precolombino, hasta el MAVI y el nuevo Centro de las Artes CA660, entre otras instituciones, han surgido del aporte de coleccionistas, empresarios y empresas. La nueva Ley de Donaciones con Fines Culturales, promulgada el 2013, incluyó a las sucesiones hereditarias con el fin de incentivar la donación de colecciones, permitiendo que el 50% de lo donado pueda ser imputado como crédito al pago de impuesto a las asignaciones por causa de muerte, sin importar el tiempo que haya transcurrido entre la donación y el fallecimiento, si lo hace el donante en vida, o tres años después si lo dona la sucesión. 

¿Cuánto promueven los directivos de museos la recepción de donaciones? ¿Tienen las condiciones para recibirlas? Abordar estas preguntas se hace tan necesario como revisar las regulaciones que impiden que se extienda esta práctica. A modo de ejemplo, la importación de obras de arte está gravada sin distinguir si su destino es para la exhibición pública o donación, lo que desincentiva contar con obras internacionales en las colecciones de museos.

Los franceses saben el costo de la burocracia. En 2005 otro coleccionista y mecenas francés, Francois Pinolt, dueño de Christie’s, anunció la construcción de un museo en el suburbio de Boulogne- Billancourt. La interminable burocracia de los entes públicos terminó por desincentivar al coleccionista, quien finalmente llevó su colección al Palazzo Grassi, en Venecia.

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