Por José Manuel Simián, desde Nueva York Noviembre 13, 2014

En 2004, durante una de las rarísimas entrevistas que ha concedido para televisión en las últimas décadas, Bob Dylan respondió a la pregunta de por qué se había inventado ese nombre artístico. “Alguna gente nace con el nombre equivocado, con los padres equivocados”, dijo con sequedad. “Uno puede ponerse el nombre que quiera”. Hace pocos días, en la única entrevista televisiva que dio durante su estadía en Nueva York, Jorge González respondió de una manera parecida a la pregunta de por qué había publicado su reciente disco de canciones en inglés, Naked Tunes, bajo el nombre de Leonino.

“La identidad que tenemos nos la dan de afuera, los nombres nos los ponen nuestros padres”, dijo el ex líder de Los Prisioneros. “Quiénes somos ,de alguna manera se va guiando por el lugar que ocupamos en la sociedad. Entonces decidí inventarme un nombre, que es algo muy saludable”. Pero había algo más que un seudónimo creado combinando los nombres de sus hijos Leonardo y Antonino: en otra entrevista González señaló que las canciones de Naked Tunes, compuestas al mismo tiempo que las de su brillante disco Libro, habían surgido en inglés, dictadas por “la voz interna” de Leonino, que además del idioma escogía una “clave dulce”.

No se trata, por supuesto, de delirios de personalidad, sino de una voz artística, una que necesita de otro idioma y otros géneros musicales -en este caso el góspel, el R&B y el soul-para expresarse. (Alguna vez, Charly García dijo que su mayor contribución al rock había sido lograr adaptar la fonética del inglés al castellano). Tampoco es la primera vez que González utiliza nombres distintos para otros proyectos (ahí está, por ejemplo, la historia que inventó sobre un niño prodigio neoyorquino para crear el disco de Gonzalo Martínez), y los seudónimos son pan de cada día en el mundo de la música electrónica en el que González se mueve con naturalidad hace muchos años.

Lo interesante fue que González decidiera darle vida a Leonino, un único concierto en el Museo del Barrio de Nueva York, el primer jueves de noviembre, y que entregara un concierto tan sobrecogedor. Una presentación donde el aspecto “desnudo” de las canciones de Naked Tunes-tanto en el minimalismo de los acompañamientos como en el aspecto emocional-fue más intenso que en el álbum. Un concierto donde Leonino se dirigió al público (mayoritariamente chileno) casi únicamente en inglés y donde González, el artista, logró algo de lo que muy pocos músicos que no hayan vivido largo tiempo en Estados Unidos (y por cierto, casi ningún chileno) son capaces: internarse por las profundas aguas de los géneros musicales de raíz negra de este país y salir airoso; crear su propia y hermosa versión minimalista del gospel y del soul; fundir el lenguaje y espíritu religioso de esos géneros con la canción de amor.

Que para llegar a ese punto haya tenido que pasar por muchas aventuras personales y musicales, y radicarse en Berlín (alejándose de las leyendas sobre su persona que persisten en Chile), no debería sorprender a nadie. Quienes han estado siguiendo su carrera con atención, saben que desde hace muchos años es un viajero musical. Por lo mismo, para apreciar las canciones de Leonino en su justa medida, lo mejor es seguirle el juego, y pensar que se trata de un artista del cual recién tenemos noticia.

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