Por Axel Christensen Octubre 30, 2014

Antes que las teleseries turcas, la moda era seguir por televisión dramas brasileños. Se destacaban por su maestría para tratar las pasiones cotidianas, pero también por situar eventos históricos. El domingo pasado volvimos a ver algo de eso: el capítulo final de una elección que tuvo mucho de teleserie. Manteniendo el suspenso hasta los créditos, la presidenta Dilma Rousseff fue reelecta para un segundo periodo en la más estrecha votación desde la década de los cuarenta.

A comienzos de año, nada anticipaba tanta emoción. Pero desde fines de marzo, y en la medida que la popularidad de Dilma fue cayendo, de la mano del deterioro económico y el aumento del descontento social, los mercados financieros se comenzaron a entusiasmar con la posibilidad de que otra persona llegara al Palacio de Planalto en Brasilia.

Como buena telenovela, tuvo su giro dramático en la trama,con el fallecimiento de un candidato en un accidente aéreo, y la aparición de un nuevo antagonista: Marina Silva, una carismática política  que prometía cambios, pero con políticas más promercado, lejos del intervencionismo de la primera administración Rousseff. La bolsa y el Real se apreciaron con el liderazgo que Silva mostró en las encuestas. Sería sólo momentáneo.

Nuevo giro en el libreto: en la primera vuelta, otro candidato, Aécio Neves, fue el que enfrentó a Dilma en el round final, con promesas claras: devolver a Brasil el crecimiento y acabar con la inflación que ha obligado al Banco Central a mantener tasas de interés muy altas. Otra vez, los mercados financieros volaron ante la posibilidad del recambio,  llegando a situar al mercado brasileño dentro de los de mayor rentabilidad del 2014.

Entonces el clímax: al acercarse la segunda vuelta, y mientras subía el tono en los días finales de la campaña, las diferencias en las encuestas se fueron cerrando, y la bolsa y el Real anticiparon la reelección de Dilma.

Y el desenlace: conocidos los resultados, en el capítulo final se echó atrás casi todo lo ganado por la bolsa, y el Real cayó a su menor valor desde la crisis del 2008.

Esta semana terminó la teleserie, pero comenzó el reality show en Brasil, con un alto nivel de audiencia. Al igual que el sinnúmero de pruebas y obstáculos que enfrentan los concursantes de estas competencias televisivas, la presidenta reelecta tiene desafíos de sobra en el horizonte. El primero será  cómo reaccionar ante una victoria tan estrecha, que dejó de manifiesto la división que existe en el país, donde los estados más pobres le dieron su apoyo, pero en los que concentran el mayor desarrollo económico (incluyendo Sao Paulo) ganó Neves.

El público -incluyendo los inversionistas- espera ansioso saber si la presidenta hará cambios en su política económica, frente a la prueba de reestablecer el crecimiento y reducir la inflación. O si, por el contrario, insistirá con un gobierno que fue exitoso en la lucha contra la pobreza, pero a costa de deteriorar la situación fiscal y descuidar la inversión en infraestructura (con la vitrina del Mundial de Fútbol incluida).

 Las siguientes pruebas no se harán esperar. La compleja situación fiscal -agravada por la menor recaudación de impuestos- pone en duda mantener los programas de subsidios a precios regulados y seguir fomentando el crecimiento de créditos, mientras el desempleo sube. Si eso ocurre, no sólo se corre el riesgo de traspasar los mayores precios a una inflación ya elevada, sino también el resurgimiento de las manifestaciones  sociales.

Tras su victoria, Rousseff se comprometió a unir al país y a mejorar la situación económica. No cuenta con demasiado tiempo. En el corto plazo, enfrenta las consecuencias de una de las mayores sequías del último tiempo, y el fantasma de altas tarifas eléctricas. Por otro lado, si bien las clasificadoras de riesgo internacionales no han mostrado intenciones de cambiar su calificación, si la situación no mejora, Brasil arriesgar perder su grado de inversión, provocando aún más nerviosismo entre los inversionistas.

 Con todo, Brasil seguirá siendo foco de atención para ellos, muchos mirando  el momento para entrar, buscando paralelos con el rally bursátil que comenzó cuando Lula asumió en el 2002. Lo que está claro es que no hay que cambiar de canal.

Relacionados