Por Álvaro Bisama, escritor y profesor UDP Octubre 30, 2014

Hace unas semanas, Marvel Comics lanzó el primer número de Axis, el megaevento que va a tener ocupada a la editorial durante los próximos meses. Escrita por Rick Remender y dibujado cada número por un autor distinto, la historieta está hecha para impactar no sólo porque supone la aparición de un villano a la antigua llamado Onslaught Red, que es en realidad el viejo cráneo rojo convertido en un monstruo gigante con reminiscencias de Cthulhu y Godzilla, sino porque supone el cambio de estatus de varias series y personajes: Thor ahora es mujer, Iron Man vive en San Francisco y usa una armadura blanca, y el viejo Capitán América es un anciano decrépito que lleva bastón.

Por supuesto, si Marvel no tratase a sus franquicias con cuidado (gracias a la supervisión de Axel Alonso) todo sería un descalabro tipo DC Comics, donde desde hace un rato no se entiende casi nada de su universo y propuestas; pero también hay algo inquietante en este momento donde el destino de los personajes de la editorial está sometido al funcionamiento de sus franquicias cinematográficas. No es raro que así sea, pues hace años, en un momento de crisis, se deshizo de los derechos de Spider-Man (Sony), los X-Men (Fox) y Los 4 Fantásticos (Universal). Ahora mismo, eso es un problema: Marvel pertenece a Disney y publicar los cómics de los personajes mencionados es hacerle publicidad gratis a la competencia.

¿Qué tiene que ver esto con las historietas? Mucho. Entre varias decisiones, Marvel/Disney optó por cerrar la serie mensual de Los 4 Fantásticos (ahora a cargo de un James Robinson en baja) y matar a Wolverine en los X-Men (en un evento más bien impresentable a cargo del mediocre Charles Soule), amparados en la voluntad de no trabajar para llenarle los bolsillos al enemigo. Pero lo feroz de todo el asunto es la comprobación de la subordinación de las decisiones creativas a los deseos de la máquina de moler carne que es el cine, como si ahí radicase el destino del género, algo que poco y nada tiene que ver con la voluntad creativa que Joe Quesada y Alonso han demostrado desde hace más de diez años, cuando tomaron la editorial y dejaron que autores como Grant Morrison, Brian Bendis, Garth Ennis o Peter Milligan se hiciesen cargo de una serie de títulos casi muertos para revivirlos con conceptos nuevos. 

Lo interesante es que, con todo, Marvel sigue poseyendo cómics más interesantes que la competencia: en Marvel NOW! (que es el nombre de la política editorial que ampara todas estas decisiones) hay una voluntad de género al contratar y publicar historias escritas y protagonizadas por mujeres; después del homenaje bellísimo que Mike Deodato le hizo a Jim Steranko en los números de la confusa Original Sin, han fichado a Milo Manara para hacer portadas (con polémica incluida); trajeron por un par de números al maravilloso español Das Pastoras para dibujar Thor y por ahí aún es posible leer ideas frescas en el Iron Man de Kieron Gillen y el X-Force de Simon Spurrier.

Por supuesto, Axis viene a cambiarlo todo, aunque se noten en ella ciertas señales de agotamiento. La peor: el hecho de que el fanatismo de Rick Remender por las ideas y conceptos de la década del noventa (Age of Apocalypse, Onslaught) sea la resurrección de la peor de sus prácticas, subordinarlo todo al efectismo y la espectacularidad, sacrificando cualquier empatía narrativa con tal de llevar las franquicias hacia adelante, faltándole el respeto a los lectores (que a estas alturas ya empiezan a aburrirse) y con ello, a los mismos códigos de la industria.

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